miércoles, 21 de abril de 2010

Propaganda, no periodismo crítico


Alejandro Moreano

La eliminación de medios críticos del poder tiene una abundante historia. Los regímenes fascistas los suprimían y ocupaban sus instalaciones, los autoritarios los bloqueaban y a veces destruían sus equipos

En el Ecuador, por ejemplo, la imprenta del diario socialista La Tierra fue empastelada, la imprenta universitaria que editaba el semanario Orientación fue destruida por los militares durante el Gobierno de Velasco Ibarra de 1970, poco antes del golpe de Estado.

Los regímenes constitucionales han debido recurrir a medios menos expeditos, a veces de un modo harto escabroso. Fue célebre, por ejemplo, el sometimiento de El Excélsior de México en 1975. El Excélsior era un gran periódico liberal, considerado uno de los 10 mejores del mundo, que promovía una defensa irrestricta de los derechos humanos y mostraba el carácter represivo del PRI.

El gobierno ejecutó un plan de un rudo maquiavelismo. Aprovechando que El Excélsior tenía la forma jurídica de una empresa cooperativa de todos los trabajadores y periodistas, la misma que había comprado unos terrenos en los cuales se había iniciado la construcción de viviendas, movió a los campesinos que habían vendido las tierras para invadirlas, argumentando que fueron engañados. A los 15 días, los cooperantes, aterrorizados por perder sus terrenos y sus casas ya en construcción, expulsaron a Julio Scherer y los principales periodistas, por “traidores a los principios cooperativistas”, luego de lo cual les devolvieron los terrenos. El Excélsior no despareció, por supuesto, pero dejó de ser lo que era. Scherer y su grupo fundaron la revista Procesos que dura hasta la fecha.

(www.proceso.com.mx)

La subordinación de El Telégrafo siguió un camino menos escabroso y más expedito. El Gobierno decide editar un periódico de propagada y gran tiraje con los equipos y el presupuesto de El Telégrafo, arrinconando al actual a un escondijo de las instalaciones, el tiraje y el mercado para que se extinga. Como el director se opuso, reunieron una “junta de accionistas” con un solo accionista, cambiaron al directorio y destituyeron al Director.

El Presidente justificó el procedimiento con la cantilena de que el periódico iba a pérdida solo para que “unos respetables intelectuales“ se lean entre ellos.

La página editorial era, sin duda, una de las más leídas en el país, tal como lo fuera la de HOY en su buena época. ¿Hay que recordar que la gente lee el Comercio por los avisos clasificados y el Universo por los informes de trabajo y no por los editoriales? Hay que recordarle al Sr. Presidente que él es mucho menos leído –entre los pocos de sus lectores estuvieron algunos de los columnistas- que varios editorialistas que tienen textos de tirajes hasta 10 veces superior al suyo?. El Sr Presidente es muy oído y muy poco leído.

Pero, el número de lectores no es el criterio de la influencia de las ideas. ¿Cuántos leyeron a Rousseau en la época de la independencia? ¿Cuánto han leído a Kant y Hegel que han marcado el horizonte ideológico de toda la modernidad?. ¿Cuántos a Friedman, cuyas ideas están presentes en la globalización?

El Presidente no está pensando en la gravitación de las ideas y en su radio de influencia. Está pensando en la propaganda del régimen. Y para eso no sirve un periódico crítico sino una suerte de Extra político gubernamental.

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