miércoles, 28 de abril de 2010

Día del libro

Lucrecia Maldonado

Siempre que se establece un día especial para algo a mí me viene un aire de sospecha. Cuando nací y era pequeña, solo había el día de la madre y el día del padre, fechas en la que la producción de manualidades escolares alcanzaba su máximo apogeo. Luego, casi al final de mi infancia, apareció el día del niño, el primero de junio. En aquel tiempo y durante muchos años, el día del niño se festejaba en guarderías y escuelitas de una manera más bien austera: algún artista, mago o payaso, y las tradicionales pasta y cola… Ahora el mercado se ha apoderado también del día del niño y entonces si una quiere arribar por mala suerte a un centro comercial para pagar la luz el primero de junio será misión imposible o por lo menos muy riesgosa.

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Pero bueno, más allá de las digresiones, desde hace algún tiempo también tenemos, entre esa vasta colección de efemérides, el día del libro, la lectura y los derechos de autor. Día de especial celebración para quienes leen, para quienes escribimos, para quienes editan libros y para quienes los venden (creo que sobre todo para estos dos últimos grupos).

¿Por qué se celebra este día? El 23 de abril de 1616 murieron los dos más grandes escritores de las lenguas española e inglesa: Miguel de Cervantes y William Shakespeare, a más del Inca Garcilaso de la Vega. Entonces es una especie de homenaje al legado de los genios de la literatura.

Personalmente, este año estuve bastante festejada con motivo del día del libro: me invitaron prácticamente a todas partes. Hasta a Cuenca me fui, lo cual me encantó, pues Cuenca es una ciudad que amo muchísimo.

Sin embargo, y como ya lo dije, la celebración del día, de la semana del libro, me plantea algunos interrogantes:

Primero que nada, y como se dijo en un encuentro con estudiantes de colegios nocturnos en el Centro Cultural Metropolitano de Quito, ¿qué hacen nuestras autoridades, las más importantes, para motivar a que en este país se lea más? ¿qué podrían hacer? Yo creo que mucho. Edwin Madrid ya sugirió, por ejemplo, que el Presidente, en alguno de sus informes sabatinos (el más cercano al 23 de abril), aludiera a la importancia de leer un poco más en nuestro paisito, en donde a veces da la impresión de que existen más escritores que lectores. De hecho, el Ministerio de Cultura organizó una serie de encuentros con escritores en sus instalaciones, así como una semana entera de actividades para celebrar la semana del libro.

Como alguien que escribe y publica libros, pienso que todavía falta por hacer, no solo a favor del libro y la lectura, sino a favor de quienes sustentamos la industria editorial a partir de nuestra imaginación, nuestra creatividad, y con frecuencia nuestra angustia existencial, que es de donde muchas veces nacen las obras que escribimos. En este, como en otros países del mundo, la ganancia del escritor sigue siendo el diez por ciento, o menos, sobre las ventas de sus obras, tal vez porque la industria editorial olvida que si a los escritores y a las escritoras no se nos ocurriera nada lo más que podrían producir sería cuadernos o cuando mucho agendas, perdiendo así su estatus de adalides de la cultura. Cuando comprometimos una obra con una editorial, no siempre, pero con frecuencia, ese cuento, ese libro ya no nos pertenece, y si queremos, por ejemplo, internacionalizar su publicación cambiándolo de sello editorial, tenemos que pedir permiso, con alto riesgo de que no nos lo den, y punto. Ha sucedido.

No aspiro a enriquecerme, ni siquiera a vivir decentemente de lo que escribo. Amo la escritura como parte de mi vida, como un oficio que me ha dado alegría y consuelo en muchos momentos importantes de mi vida, por no decir en todos. Sin embargo, las celebraciones por el Día del Libro me llevan a meditar en que también en este campo todavía existen muchos aspectos que arreglar y solucionar, sobre todo a nivel del trato y el respeto al trabajo de los creadores de libros de literatura, que tal vez sean los libros por excelencia, amparados por los santos patronos Miguel y William, quienes también sufrieron incomprensión y pobreza, para que algún día podamos decir, como un tío mío ante la pregunta de uno de sus hijos todavía pequeños sobre cuándo era el día de la madre:

-Hay una fecha, sí… pero el día de la madre son todos los días.

Y el día del Libro también deberían ser todos los días.

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