jueves, 1 de abril de 2010

Estrategia de aniquilamiento

Por Gustavo Abad

Tres periodistas despedidos en menos de una semana; dos artículos censurados en los últimos dos meses por una mano inquisidora que se pasea por la redacción de El Telégrafo sin que nadie le ponga freno. Estas son solo las señales más visibles del clima de tensión que se vive en el primer diario público del Ecuador. Comenzó con el despido del director, Rubén Montoya, y siguió con el de los editores de Diversidad, Mariuxi León, y de Economía, Fausto Lara, sin que las razones de su exclusión hayan sido aclaradas suficientemente.

Todo comenzó a finales del año anterior, cuando ciertos funcionarios, que confunden la información con la propaganda, decidieron que El Telégrafo no era lo suficientemente funcional al discurso oficialista y que había que desmantelarlo para crear un nuevo diario, supuestamente de estilo popular, destinado a servir mejor a sus planes. “No te sorprendas de que muy pronto nos metan un diario de propaganda oficialista junto con El Telégrafo” me dijo entonces una periodista de este diario, que sabía lo que se avecinaba.

Lo que no sospechaba era que comenzaba a tomar forma una estrategia de destrucción del proyecto de medio público. La primera arremetida ocurrió a inicios de febrero de este año. El entonces director, Rubén Montoya, denunció la censura de una nota en la que daba cuenta de algunas decisiones de interés público, que a alguien no le convenía que se difundieran. Los medios privados, acostumbrados a buscar el escándalo antes que los asuntos de fondo, lo celebraron como una debilidad del periodismo público. Nunca se supo quién ejecutó la censura ni por orden de quién y eso comienza a tener consecuencias.

Fue una primera pulseada, muy parecida a la clásica estrategia que aplican los de arriba en ciertas empresas públicas y privadas, que consiste en debilitar cualquier equipo violentando la jerarquía de mando. Esa primera censura tenía la finalidad de pasarse por encima del director, para luego evaluar los resultados. La reacción de los periodistas y articulistas de opinión, que rechazamos públicamente esa intervención, hizo que se detuvieran un poco.

Sin embargo, la semana pasada retomaron la ofensiva, con más fuerza y consecuencias más graves que la vez anterior. Ya no está Montoya y el equipo de periodistas, según varios testimonios recogidos para esta columna, ha sido conminado a la obediencia por miedo a perder su trabajo. Todos estos sucesos constituyen señales inconfundibles de una estrategia de aniquilamiento contra uno de los últimos proyectos coherentes del actual gobierno. Hay quienes prefieren pasar la página, echar tierra sobre lo que ha pasado, como si nada de esto tuviera importancia. Prefiero la honestidad individual a la amnesia colectiva.

Ciertos editores y reporteros de la mayoría de medios privados se regodean con especulaciones respecto de esta situación crítica. Se olvidan de que ellos nunca han tenido la voluntad ni la honradez de plantear un debate público respecto de sus propias condiciones de censura, amedrentamiento e inestabilidad laboral, que se reproducen todos los días en sus medios. No recuerdo, por ejemplo, que alguno de los detractores de los medios públicos haya criticado con la misma fuerza los despidos ocurridos en los últimos años en diarios como El Comercio y El Universo, por citar solo dos casos.

La posibilidad de que logren extinguir a El Telégrafo está cercana. Si no se puede evitar la extinción, por lo menos que sirva para dejar un marca, una huella visible de un esfuerzo genuino de construir el periodismo público en el Ecuador y un testimonio claro de que hay muchos dispuestos a ser sus enterradores.

4 comentarios:

  1. Hace muchos años fui Director de una radio privada, que tenía ascendencia nacional. Esto fue durante un gobierno democrático, en el que el medio privado por sus intereses era oficialista y todos sabemos que cuando ocurre eso, lo privado es mas oficialista que el mismo oficialismo. La consigna del medio era alcanzar los mas altos estándares del ranking de Nielsen. Esto en las circunstancias anotadas era imposible, pues el oficialismo huele a tongo y el público que es el mas agudo critico lo vomita como purgante. En ese entonces nuestros mas conspicuos sensores eran los locutores de noticias, que por su conocimiento daban cuenta de que si sesgábamos la línea editorial lo que era informado inmediatamente al dueño de la emisora. Frente a esto ideamos una estrategia muy sutil de equilibrar lo oficial con los intereses del pueblo llano, estrategia que la mantuvimos por mucho tiempo y que dio como resultado un honroso segundo puesto en la medición de la compañía Nielsen.
    Seguramente esta estrategia funcionó en un medio como la radio, que por ser inmediata es mas difícil rastrear su sigilo político aunque no imposible. En prensa escrita siempre la evidencia tangible denotará el sesgo y denunciará a su rotulador. ¿Es posible hacer un periodismo bien intencionado sin ser políticamente oblicuo?. Creo que si y en los dos lados. Tanto en el oficialismo como en el privado. Todo pasa por una buena dosis de creatividad.

    ResponderEliminar
  2. Creo que definitivamente hay que clarificar mas que denucniar (por usar la palabra clasica de nuestro periodismo) los ultimos sucesos del Telegrafo, sucesos que sin embargo tienen mas de una año de cocimiento.
    Definitivamente hay un cambio grande de direccion del gobierno, que ha preferido perder su Inteligencia y Conceptos por la inmediatez, aupada en la burocracia, votos populares y corrupción.
    Sin embargo, mas que ver o leer un Telegrafo en el Exilio, cre oque es necesario que la gente que participó en el Telegrafo como primer medio publico del pais, junto con aquellos que no participaron, pero que están interesados, deberían pensar en hacer un medio publico desde la ciudadania, puede ser por internet, pueden ser fotocopias pasadas de mano en mano, la forma no es tan importante.
    Creo que esa sería la respuesta que esperamos los participantes y lectores.
    Continuar con el desarrollo y visibilizacion de los actores de nuestra sociedad, de sus hechos, historias,etc.
    Eso es lo que falta, no solamente una pared donde escribir nuestras opiniones.

    Ruben Montoya y mucha gente del Diario ha tenido una experiencia fantastica y unica. Si el gobierno prefirió desperdiciarla, nosotros no deberiamos.

    Ricardo Bohórquez

    ResponderEliminar
  3. Los quiebres ideológicos que cada vez son evidentes en el proceso de la "Revolución Ciudadana" terminarán por aniquilar la oportunidad que hoy tienen quienes nos gobiernan, para concretar los cambios profundos por los que venimos luchando desde varias décadas de resistencia social y popular. La explotación del Yasuní, la intolerancia ante la diversidad de opinión y ahora la sensura de un medio en el que creíamos como vía alternativa frente a medios privados que siempre estarán sometidos a sus dueños e intereses, nos pone en una disyuntiva o avanzamos, o avanzamos.
    Avancemos, sin renuncias ni claudicaciones. Fausto Lara ha sido un profesional generoso con procesos de Participación Ciudadana que la organización a la que pertenezco ha desarrollado, mi aprecio sincero. Avancemos junt@s.
    Delfa Mantilla Pacheco

    ResponderEliminar
  4. A Fausto Lara, mi editor y amigo, todos mis sentimientos de admiración y respeto... a Rubén Montoya,tan humano, toda mi alegría de seguir, de escribir, de vivir...

    ResponderEliminar