miércoles, 28 de abril de 2010

Para-mediática (II)


Hernán Reyes Aguinaga


Paradójicamente, tras la crisis desatada en El Telégrafo -crisis que ha merecido dos cortas y desafortunadas intervenciones del Presidente Correa en sus enlaces sabatinos- los “medios públicos” se convirtieron también en la “carne de cañón” de los enemigos de Correa, al volverse “objetivo militar” por parte de ciertos medios privados a través de sus milicias de opinión que han usado argumentaciones endebles y tramposas. Sin la más elemental profundización analítica ni el más mínimo escrúpulo, varios editorialistas de prensa y opinadores televisivos no sólo han malinterpretado la verdadera causa de la crisis del periódico –la intención de los directivos de meter mano a la independencia y pluralidad del pensamiento de sus editorialistas- sino que han usado ésta para justificar sus propias mediocridades, llegando incluso a plantear la inutilidad de los medios públicos en el escenario mediático. Así expresan el extraño “afecto de la servidumbre” del explotado que llega a defender a muerte a su explotador. Resulta asombroso ver cómo pueden interiorizarse tanto la impasible lógica del amo, bloqueando las propias experiencias dolorosas y terminando por alegrarse del grosero abuso de poder ejercido contra sus pares, salvo, claro está, su heroica defensa de Emilio Palacio.

(http://mediamanagementblog.files.wordpress.com)

Estos editoriales revelan incongruencias y falacias presentes en la interpretación de la crisis de El Telégrafo, y una gestualidad que raya en la miseria cuando con gestos de alivio muestran que ellos están del “lado correcto”, es decir, el del poder, con lo que reafirman la hegemonía de los medios en manos privadas; y en otras casos, queriendo pasar por ingenuos, con maliciosa intencionalidad se retratan a sí mismos como simples ciudadanos y llegan a plantear que como tales tendrían hasta derecho a escoger la planta de editorialistas de un medio público –como si ellos mismos no hubieran sido escogidos a dedo por los dueños de sus medios-.

Otras veces, confunden el sustrato ético de la renuncia masiva de un colectivo de editorialistas ante la evidencia de censura interna, con un acto de arrogancia y de “auto-confesión de culpa”, y de este modo tratan de desacreditar personalmente a quienes llaman “predestinados intelectuales gobiernistas”. ¡Qué poco liberales! ¿No dizque se la pasan reclamando el pluralismo y la libre competencia de las ideas? En realidad, lo que les molesta es su propia mala conciencia puesto que en realidad fue precisamente el ejercicio plural de la crítica, tanto al despotismo oficialista como al de los grandes terratenientes mediáticos, lo que marcó los matices de la crítica editorial en El Telégrafo hasta marzo pasado.

Haciendo un parangón con la realidad colombiana, allá los “para-militares” fueron creados para defender las grandes propiedades privadas del ataque de las guerrillas. En el contexto mediático, los mercenarios locales no actúan ni desde el libre-pensamiento liberal ni desde mandatos éticos de ningún tipo, sino desde el servicio a sus amos, auto-suprimiéndose la libertad para polemizar y optando por la ejecución sumaria de quien pueda parecer su adversario o competidor.

Defendiendo a morir la propiedad particular de los latifundios informativos donde trabajan a condición de negar a la crítica, es como lidian con lo contradictorio de sus conciencias.

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