jueves, 27 de mayo de 2010

Mil novecientos noventa

Juan Martín Cueva

Era un año como cualquier otro, una marca puesta arbitrariamente por el hombre occidental a una de las vueltas dadas por la tierra alrededor del sol. Ese año, la Organización Mundial de la Salud eliminó a la homosexualidad de su lista de enfermedades psiquiátricas, el general Noriega se rindió ante las fuerzas gringas, por primera vez (en Virginia) los Estados Unidos tuvieron un gobernador negro. La URSS se desmembraba y en Berlín se derribaba el Muro. Walesa se convirtió en el presidente polaco y Mandela fue liberado de prisión.

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Fines de mayo de 1990, hace exactamente 20 años: primer “levantamiento indígena nacional” en estas tierras del Señor. Desde entonces, la CONAIE es parte fundamental del paisaje político y social de este país. Las preocupaciones de las organizaciones indígenas pasaron de la propiedad de la tierra a la construcción de un proyecto que concierne a toda la población ecuatoriana… Se unieron amazónicos y serranos, se pensaron los montuvios, se visibilizaron los afro descendientes. Salimos del imaginario de Icaza y Guayasamín para entrar al de Manuel Cholango y Delfín Quishpe. Se pudo ser indio metalero, negro hiphopero, montuvio gay.

(internationalist.org)

Era el Gobierno del socialdemócrata Rodrigo Borja, el fin de la Nicaragua Sandinista y de las dictaduras del Cono Sur, era Bush papá, Sendero Luminoso y los fantasmas pavorosos que esa expresión extrema del campesinado andino creaba en la cabeza de los hacendados ecuatorianos.

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Octavio Paz ganó el Nobel de Literatura. En Colombia asesinaron a renglón seguido a Bernardo Jaramillo y a su sucesor como candidato a la presidencia por la Unión Patriótica, Carlos Pizarro Leongomez. Tres actrices emblemáticas fallecieron ese año: Paulette Godard, Greta Garbo y Ava Gardner. Un descendiente de japoneses ganó las elecciones en Perú y Lituania se independizó de la URSS (veinte años más tarde un descendiente de lituanos será presidente de Colombia).

En Quito, a fines de mayo del 90 un grupo de indígenas, acompañado de decenas de activistas y militantes mestizos de varias organizaciones de izquierda, se tomaron la Iglesia de Santo Domingo, en Quito. Fue el inicio simbólico del levantamiento (nunca hay un inicio de los procesos sociales que se pueda señalar como el pitazo inicial del árbitro de un partido de fútbol: jueguen muchachos) y las semanas que siguieron las cosas se complicaron, se agudizaron, se generalizaron en el territorio tomas de haciendas, cortes de carreteras, manifestaciones, pronunciamientos, ilusiones y miedos… el Ecuador urbano y mestizo tuvo que mirar hacia atrás y hacia dentro y reconocer que no era como creía ser. Fue un espejo el que le tendieron los indígenas a la sociedad ecuatoriana.

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Veinte años más tarde, henos aquí ante el problema jodido de la justicia indígena. Ante la necesidad de que la famosa plurinacionalidad sea más que una palabra filática. Ante una ley de aguas y un limbo. Ante una interculturalidad que no sabemos con qué se come. Ante los recelos de los indígenas frente a un gobierno que, como el de hace veinte años, se suponía que debía tener sensibilidad más despierta frente a sus procesos. Ante los prejuicios y la estrechez de vistas de una izquierda libre i soberana que cree que inventó toda esta agua tibia.


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