viernes, 21 de mayo de 2010

Andar la ciudad

Amelia Rivadeneira

Debemos recuperar nuestra ciudad. A fuerza de andarla, de “anchar” las calles para que de largo y ancho vuelvan a nuestros pies. Que se llene de nuestros pasos, de ese caminar rápido al trabajo en un día de sol intenso que nos hace buscar las sombras de los edificios. Caminarla a pesar del frío, en esas cuestas interminables que nos ponen cerquita del cielo.

Tenemos que recuperar Quito, esta ciudad que sabe de victorias, que ha gritado desde niña, que hoy es irreverente y se ríe de sí misma. Esta ciudad de Manuela, de la amable loca que luchó en este viejo páramo a fuerza de sueños, de empeño, de pasión por la libertad.

Y miren como nos sorprende este presente, atrincherados por nuestros miedos, vencidos por la impotencia, asfixiados por este mal aire que empaña el cielo de Quito desde hace años. El miedo ha tomado el control de nuestras vidas: a cada cuadra, en cada esquina, a la vuelta de la casa, en la casa… no hay lugar seguro para nuestra alma. Nos encerramos, los muros se levantan y el otro se aleja, lo humano se pierde. La sospecha crece, cualquiera es el enemigo, cualquiera es el asesino que merodea con el puñal escondido en la manga o la pistola en la cintura. La ciudad queda abandonada, vacía de nuestras risas, de nuestro canto, de nuestros pasos, de nuestros hijos, de nosotros mismos.

Tenemos que regresar, volver a lo público, a las plazas, a los parques, a las calles. Tenemos que reconocernos, saber quien es el otro, apretar su mano, recordar su rostro. Debemos hacerlo ya o la delincuencia tomará el control total de la ciudad, se posará sobre nuestro miedo y desde allí gobernará. Nos pensará débiles, nos verá divididos, nos tendrá encerrados entre nuestras cuatro paredes.

El miedo nos desactiva, nos paraliza y también nos violenta. O lo que es peor, nos vuelve locos, paranoicos, agresivos. Nuestra aspiración de justicia se transforma en deseo de venganza: la justicia se ejerce a puñetes y patadas, el resarcimiento se concreta con fuego, incendiando los cuerpos de los pobres diablos que cruzaron el umbral de nuestras puertas.

¿Quién está ocupando nuestro lugar? La ciudad se habita por hordas de enloquecidos que quieren justicia por mano propia. Eso no es justicia. Presos de nuestra ira, nos convertimos en delincuentes, asesinos de asesinos. Todo empeora.

Mientras tanto, ellos haciendo negocio con nuestro miedo: guardias privados, muros más altos, puertas electrónicas, cámaras de vigilancia… Que la prensa repita una y otra vez el robo. Que transmita una y otra vez el asalto en la joyería. Que entreviste a los expertos antidelincuencia. Que publique los índices de inseguridad… El negocio mejora y nosotros seguimos presos de nuestros miedos.

Es falso que estemos perdidos, es falso que nos han derrotado, es falso que es demasiado tarde. Nosotros somos más, somos libres, somos solidarios, somos sensibles. La ciudad nos convoca, nuestros hermanos nos llaman a gritos. No más oídos sordos, no más palabras necias. Debemos enfrentar el miedo y recuperar el barrio, la plaza, el parque, recuperarnos a nosotros mismos, recuperar nuestra humanidad. Los derrotados deben ser lo otros.

1 comentario:

  1. No pierdan a Quito, ya que tienen el privilegio de vivir en ella. Desde hace diez años que no estoy en Quito, aunque cada noche duerma en esa ciudad que tanto amo.

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