viernes, 28 de mayo de 2010

Las percepciones de la (in)seguridad

Sebastián Endara

Hay quienes dicen que el aumento de los robos, de los asesinatos y en general, de la violencia con que los noticieros amarillistas –TC televisión a la cabeza, a pesar de ser un medio administrado temporalmente por el Estado-, hacen de las noches de los ecuatorianos un verdadero bricollage de muerte y amargura; es un problema de percepción. Los ‘técnicos’, denominan a este fenómeno como un ‘problema de inseguridad’ que puede ser tratado, entre otras cosas con el aumento efectivo de recursos, de agentes del orden, de infraestructura, de armas, de vehículos, de armas entre otros instrumentos, y mediante la implementación cierta educación ciudadana, y el robustecimiento de las políticas de seguridad y de control de la delincuencia, como si un sector de los ciudadanos ecuatorianos o extranjeros fueran, per se, irremediablemente malhechores.

Los más lúcidos afirman que el tratamiento de la delincuencia no es solo un problema de la policía sino un problema mucho más amplio que inicia en conocer las verdaderas causas de producción del delito. Sin embargo, parece que esta es la pregunta del millón, quizá porque la simpleza y honestidad de su respuesta es tan incómoda que haría tambalear al propio sistema: La pobreza. Ahora, si la inseguridad es un problema de percepción, ¿qué podríamos decir de la pobreza? Una definición normalmente aceptada –a pesar de la infinidad de divergencias, muchas de ellas teóricas, por cierto-, sería aquella que afirma que la pobreza es una situación social y económica caracterizada por una carencia en la satisfacción de las necesidades básicas. Más allá de las cifras macroeconómicas que de alguna manera falsean la situación vital de los miembros de la sociedad, donde se afirma que la sociedad crece, que el empleo aumenta, que el aparato productivo se reactiva, vemos -por lo menos a través de los medios-, cómo cada día se multiplican hechos de delincuencia, sangre y crimen por doquier, y esto, claro, nos lleva a preguntarnos, ¿si nuestra sociedad está tan bien, por qué suceden, casi todo el tiempo, este tipo de atrocidades? Y ¿será casual que la mayoría de casos de violencia y de ‘inseguridad’ se registren en los barrios urbanos marginales, es decir pobres, de las grandes urbes del país?

Es claro, hasta para el más ingenuo, que el problema de la delincuencia, de la violencia y de la inseguridad es efecto de la pobreza y de la inequidad que subyace lacerante en nuestra sociedad, y ello no se resuelve solo aumentando policías o eliminando la fabricación de armas nacionales. Eso se resuelve, fundamentalmente, repensando el sistema económico actual que mantiene a unos pocos usufructuando de los inmensos excedentes que se les niega a la mayoría y lo más grave, que mantiene a nuestra sociedad en una suerte de subdesarrollo crónico (de sociedad insegura), donde solo las elites y los estratos sociales a ellas ligados, tienen la posibilidad efectiva de hacer realidad los derechos que supuestamente corresponden a todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario