lunes, 3 de mayo de 2010

La libre expresión es libre

Mariana Neira



Conocí a un extranjero, marxista, filósofo, además, periodista y un gran hombre. Era muy firme en sus convicciones, tanto que cuando en su país le ofrecieron un ministerio dijo: “Lo que me propones es una ofensa. Yo soy periodista y siempre tengo que estar en la orilla contraria para observar y criticar lo malo que hace tu gobierno”.

Trabajaba en nuestro país y cuando con sus notas periodísticas provocaba reacciones, en vez de amilanarse, intensificaba su investigación y denuncia. Fue en esos 80 cuando descubrí que había un periodismo de investigación.

Le decía: “¿No te da miedo enfrentarte al presidente, a los ministros?” Él me contestaba: “Para algo estoy en esta profesión, si no, tendría que dedicarme a vender zapatos”. Fue una época periodística interesante porque la denuncia empezaba a mostrarse en Ecuador como una nueva tendencia.

Mi amigo decía que el periodista moderno tiene que ser un fiscalizador del poder, sea éste público o privado. Al poder público hay que fiscalizarlo para que gaste bien y con pulcritud nuestra platita (de los impuestos, del petróleo, etc.), y al poder privado para que ofrezca buenos productos y servicios a la comunidad, y juegue limpio en procesos de contratación con el Estado.

“Si las empresas periodísticas son privadas, hay que buscar y aprovechar los espacios que nos dan para hacer denuncias. Ofrecen mayores espacios las que tienen menos compromisos empresariales y políticos”, me decía mi amigo. ¡Qué difícil encontrar eso en la vida! Justamente de aquello se ha aprovechado el gobierno para sus críticas a “los periodistas”. Malintencionadamente, para enfrentar a los dos bandos, mete en el mismo saco a empresas periodísticas y periodistas. Esto rechazamos los obreros del periodismo que lo único que hacemos es buscar espacios para una libre expresión. Con leyes, el gobierno quiere que esa libre expresión sea regulada y perfecta, interpretando como “perfección” nunca hacer denuncias sin un documento probatorio. Esta es una regla elemental del periodismo y no necesitamos que el Estado nos ordene. Para eso están los códigos de ética de los gremios y de los medios, organismos que a su vez tienen los instrumentos para amonestarnos y sancionarnos cuando cometemos errores. Y si la cosa es grave, vamos ante un juez. Así es que tampoco necesitamos un organismo del Estado que nos hale las orejas, ni leyes sancionadoras exclusivas para los periodistas. Atrás de todo este mamotreto está la intención de amedrentarnos para evitar denuncias en contra del Estado, quitarnos el poco aire de libre expresión que nos queda. Un gobierno democrático debería preocuparse, más bien, por leyes que estimulen la denuncia como un mecanismo de apoyo a la transparencia, moralidad, y a la vez, protejan a los periodistas que por sus investigaciones ponen en riesgo sus vidas.

(Soñé con un país en donde los eugenios espejos perseguidos por los realistas colgaban sus ideas en la red… debe ser éste.)




1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo, la libre expresión es libre; pero debemos diferenciar libertad de expresión, por libertad de prensa. Cosas muy diferentes.

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