miércoles, 30 de junio de 2010

Ideas comunes en torno a la drogadicción (I)

Lucrecia Maldonado

Estamos asustados. La edad promedio de inicio de consumo de drogas ha bajado a menos de doce años y medio. Sabemos (nos acabamos de dar cuenta, parece) que los lugares de mayor expendio y consumo de las drogas son los otrora templos del saber: los colegios. Nos aterra que ahora también las mujercitas comiencen, a la misma edad que los hombres, a experimentar con sustancias. El CONSEP está asustado. Las mamás están asustadas. La planta docente y administrativa de todos los colegios se pone alerta.

Y entonces comienza, como no podía ser de otra manera, la irrupción de la moralina y sus lugares comunes en el discurso al uso acerca del tema. Y la tiradera de la pelotita a todo el que no sea nosotros.

La primera cosa: la culpa es de los padres. Y de las madres. Puede ser, si resultara, en últimas, útil que la culpa sea de alguien. Entonces las madres lloramos y los padres puñetean las paredes vociferando que nosotras hemos educado mal a los niños. Porque sabido es que, en la práctica, solo las madres educamos, sobre todo si es mal. O viceversa: los padres se quedan callados (sabemos que es mentira, pero los hombres no lloran) y las madres les acusamos de ser distantes y huidizos en la relación con los hijos. Qué más da. El caso es que el daño está hecho y la búsqueda y escarnio de culpables lo único que hace es provocar más dolor y amargura.

Segunda cosa: la culpa es de la crisis actual de la familia. Sí. Y no. Existen familias muy desarticuladas en las que no hay el problema de la adicción. Y familias muy bien constituidas –hasta donde se ve – en las que hay uno o más adictos. Culpar al divorcio de la adicción es como culpar al calentamiento global de la neumonía. Puede ser. Pero no siempre. Cada caso es distinto y la generalización suele conducir a la injusticia.

Tercera cosa: esta la escuché en la Tv, y era una acusación más. Parte de la culpa la tienen los profesores de los colegios, que no se ocupan en sus aulas del tema de la prevención. Ah, ya. O sea, aparte de planificar, enseñar, mandar deberes, corregir deberes, tomar exámenes, corregir exámenes, pasar notas, elaborar el currículo, dar consejos, trabajar en tres colegios y una universidad para redondear el sueldo y un vasto etcétera, los docentes debemos estar, como se dice vulgarmente, ‘moscas’ para aplicar prevención porque el semillero de la adicción está en el aula. Se podría aceptar una culpabilización de todo el sistema educativo, tal vez, que no ofrece el tema de la prevención como un eje transversal dentro del currículo. Eso lo acepto. Pero ponernos un INRI más a los maestros porque no prevenimos el uso de drogas ya pasa de castaño oscuro, aparte de que puede resultar inexacto, y también muy injusto.

Cuarta cosa: la televisión, la música, los medios… A veces pienso que la persona que inventó la televisión lo hizo bajo el encargo de los cazadores de brujas que nunca faltan porque de ese modo al famoso aparatito conocido como “la caja boba” se le podía por fin echar la culpa de todo. Los niños se drogan porque ven demasiada televisión. Ya está. Los niños se drogan porque una vez los Beatles compusieron y cantaron una canción llamada “Lucy in the sky with diamonds”… o sea, bastaría ver cuánta gente la ha escuchado y no se ha drogado jamás (entre ellos yo) para darse cuenta de cuán falsa es la aseveración.

En fin: esta historia continuará…

viernes, 25 de junio de 2010

Pequeña historia


Sebastián Endara

Recuerdo que conocí a Correa en una charla que desarrolló en la Universidad del Azuay. Fue una charla brillante de economía desde un punto de vista contrario al neoliberalismo. Me fascinó la autoridad con la que trataba a los economistas conservadores, cómo los desafiaba intelectualmente. Me equivoqué. Pensé como tantos otros, que aquel ex ministro de economía podía ser la alternativa de unión de un movimiento político de izquierda altamente fragmentado, y me alineé a un pequeño grupo político que junto a otros, inició organizando todos los eventos políticos de la amorfa y germinal Alianza País de aquellos días, en que Correa era prácticamente un desconocido. Yo pertenecía al grupo “La voz de los excluidos” y cuando tuve la oportunidad de presentarme personalmente ante Correa y decirle desde qué grupo colaboraba, él me dijo “ primero cambie de nombre a ese grupo, compañero”. No me olvidaré de aquello porque me dejó perplejo.

(blogobierno.com)

La alianza germinal se descuartizó en el austro y los que iniciamos apoyando con reservas o directamente al proyecto “de izquierda”, quedamos excluidos gradual y sistemáticamente. El movimiento tomó un sesgo sospechoso e indefinido y algunos movimientos sociales tempranamente manifestaron su rechazo al respecto y se separaron, pero otros pensamos que se trataba de una estrategia de unión. Nos volvimos a equivocar. Personajes de última hora que nunca estuvieron en el proceso, ni en las calles, ni en innumerables reuniones de diálogo y gestión, ocuparon las direcciones del Estado local, participaron en las elecciones, fueron considerados para dirigir el “proyecto”. Aquellos que gobernaban se pusieron la camiseta verde y de la noche a la mañana todo el mundo se volvió correista, y del grupo germinal solo se quedaron los que juraron lealtad a la bandera de Alianza País, sea el que fuere quien la maneje, olvidándose de la matriz social.

En aquel entonces ya se imponían autoritariamente las decisiones desde un oscuro buró al que nadie tenia acceso; los grupos sociales estábamos políticamente anulados pero confiábamos en la promesa ética del proyecto y en las figuras que la resguardaban. No obstante, ya en el poder, la prepotencia se adueñó de sus actitudes. La cuestión se iba descomponiendo. Luego, muchas de esas figuras, al parecer reflexionaron y decidieron dar un paso al costado del movimiento, y comenzó a visivilizarse la verdadera cara del “proyecto”, más, cuando se supo que había gente estrictamente de derecha trabajando en el gobierno de la revolución ciudadana. Y se cayó el fundamento ético. Y despues de un tiempo vimos cómo les desautorizaron y prácticamente echaron a aquellas personas que de alguna manera constituían el soporte intelectual del régimen, entre funcionarios, pensadores y comunicadores.

Yo he escuchado opinar por ahí, que la estructura política del régimen no se puede definir como socialismo del siglo XXI, sino como fascismo del siglo XXI, donde las estrategias de dominio ya no son dolorosas sino que hasta pueden llegar a ser placenteras. Para otros, el proyecto de Alianza País ya dio todo lo que podía dar; La Constitución del 2008, y nosotros pensamos que ya es hora de dar el siguiente paso en la búsqueda y conquista de la verdadera democracia, de la verdadera justicia, de la verdadera igualdad, que está claro, no la puede generar la revolución ciudadana, sino solamente la “revolución popular”, que no implica por cierto, ni autoritarismos ni prepotencias de uno solo o de varios, sino la justicia y la razón del pueblo.

jueves, 24 de junio de 2010

Todos los nombres

Amelia Ribadeneira
456 personas fueron víctimas de agentes policiales o militares entre 1984 y 2008. Tenemos que aprender de la historia para que nunca más ningún ciudadano o ciudadana tenga que sufrir la violación de sus derechos humanos. Tenemos que proteger nuestra libertad y eso también significa no olvidar la historia.

Los nombres que siguen a continuación son de ecuatorianos que cayeron en manos de las fuerzas de seguridad del Estado. Sus nombres, sus vidas, son la conciencia viva de una sociedad que debe luchar todos los días por la libertad y el respeto a la vida. En la lista están las víctimas de detención ilegal, tortura, violación sexual, ejecución extrajudicial o desaparición que investigó la Comisión de la Verdad del Ecuador. http://www.coverdad.org.ec/

Abril Sagñay Ermenejildo José, Abril Villafuerte Hermógenes Edilberto, Acosta Coloma Juan Carlos, Acuña Salazar Ángel, Aguilar Vargas Genry Germán, Aguinda Lanza Alejandro, Aguinda Urapari Leonel, Aguirre Rubén, Ahtty Morales José, Alarcón Cuero Sandra Carmen, Alarcón Novoa Segundo Vicente, Alarcón Pilco Agripino Alberto, Alarcón Rodríguez Juan Agripino, Alemán Paredes Rubén Adalberto, Almeida Montaluisa Gladys Jeaneth, Alulima Petrona María, Alvarado Morales Víctor Antonio, Alvarado Pesántez Daniel Salvador, Alvarado Pesántez Juan Bautista, Alvarado Pesántez María Rosario, Alvear Espejo Floresmilo, Amay Guamán José Hipólito, Amay Guamán Luis Aníbal, Anchundia de la Torre Hugo Guillermo, Andaluz Tapia Claudio Rigoberto, Andaluz Tapia Luis Ernesto, Andino Delgado Jaime Galo, Andrade Almeida Carlos Germán, Andrade Pallares Carlos Alberto, Andrade Tapia Milton Eduardo, Angulo Hurtado Jofre, Angulo Quintero Orlando, Angulo Quiñónez Evergito Darío, Aponte Aponte Fredi Vidal, Aragón Andrade Patricio Fernando, Aragundi Alvear Édgar, Arce Toro Kléber Leonardo, Arellano Lafebre Carlos Aníbal, Armijos Jacqueline Margot, Armijos Jaramillo Stalin Bladimir, Armijos Shigüe Carlos Arturo, Aroca Palma Joffre Antonio, Arreaga Pacheco José Vicente, Astudillo Gavilánez Hilda María, Aucay Sánchez Clemente, Ayerve Rodríguez Fausto, Ayoví Arroyo Rangel, Banchón Mero María Noemí, Banda Alvear Jack Valery, Banderas Campoverde Elvis Holger, Banderas Reyes Sergio Édgar, Baquerizo Yela Gardenia, Baquerizo Yela Jaime Alfredo, Baquerizo Yela Nancy Consuelo, Baquerizo Yela Patricio Arcenio Julio Enrique de Jesús, Baquerizo Yela Teresita, Barahona Guerrero Mauricio Fernando, Barreto Barzallo Narcisa, Basantes Borja Fausto Germán, Basantes Moreno José Stalin, Bastidas Hernández Josué, Bastidas León Luis Franzueth, Beltrán Jiménez Humberto Leandro, Beltrán Pineda Ángel Homero, Benavides Cevallos Elisa Consuelo de los Ángeles, Benavides Esteban Alfonso, Benítez Ríos Máximo René, Bermeo Tomalá Juan Antonio, Berrezueta Redrován Manuel Gustavo, Betancourt Toledo Diego Fernando, Bolaños Caza Washington, Bolaños Hernández Víctor Hugo, Bolaños Mora Carmen, Bolaños Quiñónez Manuel Stalin, Bonilla Saraguro Carlos Bolívar, Borja Gómez Josefina de Lourdes, Bravo de la Cruz William Giovanny, Bravo Reátegui Kléver Fernando, Brito Pesántez Jorge Rodrigo, Brunis Villacís Miguel Teodomiro, Bucaram Ortiz Abdalá, Burneo Castillo Omar Vinicio, Bustamante Romero Marco Heriberto, Bustamante Soto Édison Gilberto, Cáceres Morocho Marco Oswaldo, Cáceres Pinduisaca N.N., Cadena Polanco Miguel Alexánder, Cahuano Gustavo, Caicedo Cobeña Segundo Olmedo, Caicedo Macías Olmedo Germán, Caicedo Macías Vanner, Cajamarca Gustavo, Cajas Hidalgo Héctor Hugo, Cajas Lara Adriana Soledad, Cajas Lara María Rosa, Cajas Lara Susana Valeria, Calderón Chico Fernando, Calderón Chico Fernando, Calderón Gualán Manuel Abelardo, Calero Guerrero Santos Ángel, Calle Romero Ulises Vicente, Calle Rosas Carlos Ermel, Cañar Reyes José Vicente, Carazo Fernández Marina, Cárdenas Hernández Rosa Mireya, Carmona Castañeda Fernando, Carpio Valladolid José Serafín, Carrasco Santillán Kléber Eduardo, Carrillo Chumapi Johnny Antonio, Carrión Cuja María Margarita, Carrión Jiménez Hugo Alberto, Casco Astudillo Piedad Justina, Casierra Quiñónez Andrés Alejandro, Casierra Quiñónez Luis Eduardo, Casierra Quiñónez Sebastián Darlin, Castillo Betancourt Juan Manuel, Castillo Edwin Miguel, Castillo Gallo Druman Fernando, Castro Aguirre César Augusto, Castro Plúas Ángel Esteban, Cedeño Angulo Carlos Fernando, Celi Garcés Ramiro Patricio, Centeno Vanegas Germán, Cerón Robalino Manuel Aquiles, Cevallos Fabián Patricio , Cevallos Terán Oswaldo Ramiro, Chancúsig Guevara Roberto Carlos, Chávez Cárdenas Freddy, Chávez Proaño Luis Román, Chicangana Quinayas Otilio, Chiriboga Nardi Guadalupe, Colcha Arévalo Raúl Clemente, Contreras Alvarado Walter Eliodoro, Coquinde Andi Alcides Neptalí, Córdova Andrade Ángel Amado, Córdova Carrera Ángel Gilberto, Córdova Encalada Guime Elisandro, Correa Martínez Nubia del Carmen, Criollo Mocha Polita Lida, Cuéllar Lanza Juan Clímaco, Cuéllar Linares Froilán, Cuéllar Urapari Carlos Enrique, Cuenca Luis, Cuvi Sánchez Juan Cristóbal, De la Cruz Jiménez Idis Julio Wenceslao, De la Torre Rivadeneira Galuth Mireya, Delgado Galarza David Eduardo, Delgado Jara Diego Cristóbal, Díaz Bustos Guillermo Aparicio, Díaz Patricio Amable, Domínguez Maza Dolores, Duchicela Hernández Enrique Roberto, Echever Villegas Lupo Carlos, Eguiguren León María Clara, Encalada Córdova Melva Bersabe, Erazo Cabezas César Alcívar, Erazo Ketty Edelmira, Escobar Amaguaña José Enrique, Esmeraldas Alcívar Juan Carlos, Espinoza Aguilar Jorge Virginio, Espinoza Cujilán Ramón Gonzalo, Espinoza González Carlos Antonio, Espinoza Martínez Juvencio Paco, Falcón Flacón Hólguer Tarquino, Faller Tinoco Hilda Verónica, Feijoo Román Carlos Alberto, Fernández Córdova Arturo Wilfrido, Flores Castillo José Luis, Flores Pallo Jorge, Flores Palomino Jorge Fernando, Fonseca Murillo Carlos Alfonso, Frías Edgar Antonio, Galván Calderón Adita del Carmen, Ganchozo Burgos Tomás Octavio, García García Luis Fernando, García García Manuel Isauro, García Matute Germán, García Romero Julio Augusto, Garzón Guzmán César Gustavo, Gómez Balda Jhonny Elías, Gómez Bustos Carlos Alberto, Gómez Gómez José Enrique, Gómez Martínez Carlos Alberto, Gómez Moreira Jorge, González Vera Juan, Granada Henao José Asdrúbal, Granillo Rófilo, Greffa Inmunda Elva Flora, Grijalva Bueno Vicente, Guamán Pogo Carmen Victoria, Guamán Rivera Augusto Alejandro, Guevara Quiroz Hernán Ariosto, Guevara Sánchez José Henry, Guilbert Larreátegui José, Gutiérrez Gómez Leonel Gonzalo, Guzmán Cevallos Byron Patricio, Guzmán Reyes Raquel Irlanda, Guzmán Reyes Rosa María, Haro Intriago Exon Enrique, Heras Manuel Elías, Heras Márquez Juan Humberto, Heras Márquez Narciza Dorila, Heras Mendieta Daniel Oswaldo, Heras Mendieta Juan Honorio, Heras Pérez Luis Rogelio, Heras Reyes Luis Enrique, Heras Vintimilla Luis Antonio, Heras Vintimilla Mario Ramón, Heras Vintimilla Víctor Miguel, Hernández Cahuana Gonzalo Rómulo, Hernández Córdova Jaime Antonio, Hernández Espinoza Manuel Eleuterio, Herrera Cavagnaro Ángel Manuel, Herrera Vinueza Jimmy Xavier, Hualán Huamán José Francisco, Imacaña Sarmiento José Vicente, Iñiguez Cartagena José Ángel, Isaías Barquet Nahím, Jaguaco Asimbaya Juan Carlos Jaguaco, Jara Miguel, Jaramillo Orellana Manuel Tarquino, Jaramillo Oviedo Francisco Julián, Jaramillo Robles Hugo Vitelio, Jarrín Jarrín Lilian Beatriz, Jarrín Jarrín Miguel Ángel, Jarrín Jarrín Piedad Alexandra, Jarrín Jarrín Ricardo Arturo, Jarrín Sánchez Francisco Javier, Játiva Álvarez Carlos Santiago, Jaya Ortiz Carlos Augusto, Jaya Ortiz Luis Honorato, Jiménez Abad Aurora, Jiménez Méndez Ermenejildo, Jiménez Rodríguez Tomás Lorenzo, Jiménez Salazar Wilman Adolfo, Jiménez Vega Víctor Manuel, Jumbo Espinoza Rommel Gilberto, Lara Silva Carlos Arístides, Lema Pérez José Luis, Lindao Muñoz María Argentina, Llamuca Baquero Guido Raúl, Loayza Loayza Nelson Bienvenido, Loor Intriago Segundo Francisco, Loor Vera Pedro Dimas, López Camelo Mario Germán, López Paqui Édgar de Jesús, López Pita Elías Elint, Ludeña Lapo Lida, Machado Clavijo Gerardo Eugenio, Machoa Yaiguaje Henry, Macías Acosta Silvia Elisa, Macías Delgado Washington, Macías Félix Ángel Francisco, Macías Moreira Jorge, Adriano, Maldonado Arias Cristóbal Mauricio, Maldonado Herrera Jhon Freddy, Males Romero Eriberto Enrique, Mamallacta Shiguano Patricia Esther, Manzo Salazar Carlos Rubiro, Maridueña Viteri William Ernesto, Márquez Veintimilla Carmen Luz Bella, Márquez Veintimilla José Cornelio, Márquez Vintimilla Manuel Arturo, Martínez Revelo José Adán, Mata Valenzuela César Augusto, Mayorga González Wilson Pascual, Medina Simistierra Fabián, Mendoza García Gloria María, Mera Jacho Primitivo Feliciano, Merchán Heras Gustavo, Merchán Heras Jacinto Eulogio, Merino Serrano Ricardo, Miño Jarrín Galo Edmundo, Moncada Awad Pedro Francisco, Moncada Francisco Valerio, Moncada Landeta Yelena Germania, Mora Loaiza Olga Carmita, Morán Alarcón Ángel Evangelista, Morante Ochoa Miguel Ángel, Moreira Santiago Anacleto, Moreno Calle Jhonny Valentín, Moreno Gómez César Fabián, Moreno Pinto Hugo, Muñoz Naranjo Guadalupe Elizabeth, Muñoz Naranjo Mario Roberto, Muñoz Naranjo Myriam del Carmen, Muñoz Tapia César Antonio, Murillo Astudillo Miguel Ángel, Ochoa Aucay Manuel, Ochoa Guerrero Rubén, Olaya Sosa Orlando, Ordóñez Ramírez Serapio Filomeno, Ortega Tapia Celso Honorato, Ortiz Bone Jorge Olguín, Ortiz Carabalí Jorge Boires, Ortiz Loor Publio Arturo, Ortiz Valencia Jorge Dionicio, Otavalo Infante Jaime Alberto, Pacho Morocho Juan Pablo, Padilla Caicedo Eguberto Arselio, Padrón Muñoz Eugenio Tarquino, Paladines Medina Diositeo Jacinto, Palma Suasti Pedro Isaías, Panta Correa Andrés Vicente, Paredes Alulema Amable Julio, Pasaca Rojas Jefferson Santiago, Pasquel Laz Jhony Marlon, Paz Payoguaje Harold, Pazmiño Proaño Francisco del Rosario, Peña Bonilla Damián Patricio, Peña Jiménez Henry Adalberto, Peña TenorioJosé Alberto, Peña Vargas Germán Déliz, Peñafiel Párraga Wellington Geovanny, Pérez Guzmán Diego de Jesús. Pérez Rendón Manuel Enrique, Pérez Sánchez Luis Orlando, Pesántez Alvarado Janeth Alexandra, Pesántez Campoverde Manuel Teodoro, Pesántez Jiménez Blanca Clementina, Pesántez Jiménez Isabel Narcisa, Pesántez Jiménez Luis Germán, Pesántez Jiménez Víctor Antonio, Pesántez Pesántez Froilán Augusto, Pianda Machoa Demetrio, Pilco Paredes Fani Clemencia, Pin Guerrero Alfredo Gonzalo, Pineda Medina Nelson Rafael, Pinos Benítez Ernesto Braulio, Pinos Benítez Jorge Eleuterio, Pinos Blanca Flor, Pinos Cabrera Rosaura, Pintado Saraguro Raúl, Pinto Saraguro Raúl Lautaro, Pinzón Aguirre Luis Fernando, Piña Burneo Gonzalo Rubén , Piñas Zumba María Celina, Pita García Leonardo Marcovix, Proaño Moreno Fabricio Vicente, Pungil Edwin, Quevedo Espinoza Genaro Melecio, Quezada Rubio Eleuterio Eliberto, Quillupangui Lizano Hernán Patricio, Quinde Cruz Nelson Giovanny, Quinde Vásquez Daniel Melquiades, Quishpe Cabrera Óscar Santiago, Quispe Portilla Miguel Ángel, Quito Córdova Carlos Alberto, Quito Uruguay Rosa Elvira, Ramírez Romero Rubén Darío, Ramos José, Redrován Rodríguez José Vicente, Regalado Bolaños Roberto Wladimir, Restrepo Arismendy Carlos Santiago, Restrepo Arismendy Pedro Andrés, Rivadeneira Díaz Yoder Manuel, Rivera Espinoza Luis Alfonso, Rivera Valdiviezo Antonio Santiago, Rivera Vélez José Antonio, Robalino Aimara Víctor José, Robles Alvear Tito Vicente, Robles Aroca Luis Eduardo, Robles Borja Edwin Fernando, Roca Ospina Juan Francisco, Rodríguez Arcos José Gabriel, Rodríguez Heras José Polo, Rodríguez Jaramillo Rosa, Rodríguez Ortiz Simón Bolívar, Rojas Rivadeneira Fernando Patricio, Romero Martínez Myriam Carmelina, Rosero Echeverría Luis Tarquino, Rosero López Jasmany Alexánder, Ruano Burbano William Ernesto, Rubio Reyes Juana Italia, Rueda Muñoz Luis Ernesto, Ruilova Sarango Genaro Efrén, Ruiz Cadena Alberto Washington, Sabando Véliz Luis Alberto, Sáenz Vargas Daniel, Salazar Oswaldo, Salinas, Chumacero Raúl Javier, Salinas Ortiz Kléber Antonio, Samaniego Ponce Mauricio, Sánchez Espinosa Karen Inés, Sanmartín Arévalo Francisco De Jesús, Sanmartín Ordóñez Lorgia Teresa, Santander Shizhingo Álex Aníbal, Santillán Díaz Carlos Francisco, Sarabia Ramos Marcelo Raúl, Saraguro Manuel Gilberto, Sarasti Roberto Édison, Sarmiento Tobón Germán, Segura Hurtado Vidal, Shinín Lazo Luis Alberto, Sierra Freire Sayonara Blanca, Sigcho Montaño Cristóbal, Simbala Rupel Juan Lume, Sisalima Sánchez Fanny Beatriz, Solís Franco Néstor Washington, Solís Sánchez Manuel Idelfonso, Solórzano García Genit Maribel, Solórzano Quiñónez Jimmy Vicente, Sosa Quiñónez Christian Jesús, Soto Chamba Etelvina, Suárez Mejía Zoila Amada, Suque López Antonio, Suquilanda Lema Luis Antonio, Tacuri Duchi Ángel Rubén, Tapia Alberto Absalón, Tapia Arteaga Gilberto, Tello Jácome Richard Gonzalo, Tenesaca Trujillo Hermes Vicente, Torres Fermín Ricardo Arcadio, Torres Loja Jorge Marcelo, Torres Montoya Jorge Enrique, Torres Montoya José Miguel, Torres Palacios Julio Rolando, Torres Zambrano Alberto Gustavo, Toscano Padilla Miguel Patricio, Toscano Padilla Miguel Patricio, Troya Castro David Alberto, Troya Castro Marco Darío, Vaca Jácome Luis Alberto, Valdez Ambuludi María Amavilia, Valdez Caicedo Marcos Félix, Valdivieso Burneo Rosa Petronila, Valencia Araujo Cristhian Marcelo, Vargas López Hummer Lautaro, Vargas Ortiz José Manuel,Vargas Tomalá Oswaldo Gerónimo, Vargas Wilson Homero, Vásconez Viteri Hamet Fernando, Vásquez Durand Jorge, Vega Proaño Óscar Hugo, Vega Villao Juan Robin, Velasco Álvarez Luis Alberto, Velasteguí Mena Édgar Iván, Vélez Falconés Seydi Natalia, Vélez Vicuña Jorge Fernando, Véliz Carriel Elito Ermitaño, Veloz López Rosendo Cornelio, Vera Sánchez Rodolfo Daniel, Vera Viteri Leonardo Vicente, Vera Viteri Leonardo Vicente, Villacís Pozo Pedro Roberto, Villalta Balcázar Víctor Amable, Villamizar Herrera Darío, Villegas Cocíos Juan Teodoro, Villegas Morales Isidro Francisco, Vivanco Lalangui Delmo María, Vivanco Mora Marlene Teresa, Vivar Palma Erwin Daniel, Vuele Tacuri Efraín, Yépez Arteaga Jaime René, Zambrano Méndez Fulton Hernán, Zambrano Quiñónez Freddy Eloy.

miércoles, 23 de junio de 2010

Evita y El Ché nunca se conocieron

Silvia Buendía

Es necesario decir, a estas alturas del programa, que nunca me había quedado sin palabras para contrargumentar en la mesa de los temas del día. Pero siempre hay una primera vez y esto me paso el martes de la semana pasada (martes 14 de junio, si la memoria no me falla) cuando mi cerebro de pronto se quedó en blanco. Iniciábamos la conversa sobre Ricky Martin y su casi segura participación en la ópera rock Evita de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice. Lo primero que dije fue que Che, ese personaje que interpretaría Ricky Martin, no era Ernesto “Che” Guevara. Que incluso Andrew Lloyd Weber -conocedor de esto- admitió que Evita y el Che nunca se conocieron. Fue entonces cuando Gloria Gallardo dijo que Evita Perón y Ernesto Guevara no solo se conocieron sino que incluso habían tenido una relación y que existía correspondencia que así lo corroboraba.

(independentcritics.com)

La cabeza me dio vueltas. Yo sabía que esa aseveración era falsa, de falsedad absoluta. Pero luego de clamar en ese sentido perdí momentáneamente el habla. Acúsome de haber dejado el diálogo desierto por mi parte.

A partir de ese día, regresé a mis fuentes. Mi querido libro Che de Pierre Kalfon, Santa Evita de Tomás Eloy Martínez y un par de libros de historia contemporánea. Hoy, ya sin el estupor que me enmudeció hace unos días, intentaré transitar por la historia reciente para establecer ciertos hechos del pasado.

Eva Duarte llegó a Buenos Aires desde Junín en el año 1935 a los quince años. Era una muchacha pobre que quería ser actriz. En 1935 Ernesto Guevara era un niño de siete años que vivía con su aristocrática familia en Córdova debido a su afección al asma. En 1944 Eva, incipiente actriz del radioteatro, conoció al coronel Juan Domingo Perón. En 1944 Ernesto Guevara era un adolescente en Córdoba terminando sus estudios secundarios. En 1945 Eva y Perón se casaron e iniciaron una carrera política que llevó a Perón a ser presidente de Argentina en las elecciones de 1946. En 1947 Ernesto Guevara llegó a Buenos Aires a estudiar medicina. En 1950 Guevara viajó en bicicleta hacia el norte del país. A inicios de 1951 se embarcó como enfermero en un navío petrolero de la marina mercante argentina. En diciembre de 1951 inició con su amigo Alberto Granados un viaje que duró ocho meses en el que recorrió Latinoamérica hasta Venezuela. La primera manifestación del cáncer que mató a Eva Perón se dio en enero de 1950. En 1951 cuando Juan Domingo Perón juró por segunda vez consecutiva como presidente de Argentina Eva lo acompañó en un carro descapotable que desfiló por las calles de Buenos Aires. Evita fue atada mediante un corsé de yeso y unos alambres que la mantuvieron erguida junto a Perón en el asiento trasero del carro. Fue su última aparición pública. El 26 de julio de 1952, mientras en Argentina todas las radios interrumpían sus programaciones para llorar la muerte de Eva Perón, Ernesto Guevara se despedía de su amigo Alberto Granados en el aeropuerto de Caracas. Guevara tomó luego un avión a Miami donde permaneció un mes más y solo regresó a Buenos Aires en Septiembre de 1952.

¿Durante los pocos años en los cuales el Che y Evita vivieron simultáneamente en Buenos Aires –él siendo un estudiante de medicina, ella siendo la primera dama de la nación- pudieron conocerse? La respuesta es no. Evita y el Che nunca se conocieron personalmente.

Luego de mucho revisar he llegado a la conclusión de que la carta a la que hizo referencia Gloria Gallardo debe ser una carta que con fecha 1955 Ernesto Guevara escribió a su madre Celia en la cual decía estar amargado por la caída de Juan Domingo Perón en la Argentina, “no por él, sino por lo que significaba para toda América.” Esto tiene su explicación. La familia Guevara fue rabiosamente antiperonista, no por ser de la clase alta sino por su condición de gente ilustrada. Los eslóganes del peronismo “¡Alpargatas sí! ¿Libros no!” o “Haga patria, mate un estudiante” herían profundamente la sensibilidad de este clan que veía en Perón un representante de la demagogia perfecta que sacaba partido del pueblo llano. Por otro lado, esta carta no demuestra que Ernesto Guevara hubiera conocido a Eva Perón. Demuestra únicamente que puesto a elegir entre el imperialismo de Estados Unidos y el antimperialismo de Perón, prefería éste último.

Las películas de Hollywood no deben ser un referente de conocimientos históricos, pues no necesariamente recogen la historia tal como sucedió.

martes, 22 de junio de 2010

La formación profesional de los periodistas

Gustavo Abad

El debate sobre la formación profesional de los periodistas –latente por muchos años, aunque poco desarrollado– se activa en uno de los momentos de mayor tensión entre el poder político y el poder mediático en el Ecuador, que miden fuerzas en torno a la Ley de Comunicación. Esta circunstancia produce una cierta palabrería estridente de parte y parte, en medio de la cual hay que hacer un esfuerzo para encontrar orientación y rescatar lo más sensato.

Por un lado está un poder político que privilegia el corporativismo estatal (ministerios, secretarías, consejos, comisiones…) por sobre la organización social (movimientos, colectivos, grupos…) y, a la par, un sector mediático que privilegia el discurso empresarial (libertad de expresión, independencia de los medios, objetividad de la información..) por sobre el pensamiento crítico (responsabilidad social, capacitación…) Ambas posturas impiden entender la condición de los periodistas como sujetos sociales y del periodismo como una actividad de intervención social que demanda un alto nivel de idoneidad de quienes la ejercen.

En el Ecuador, la formación de los periodistas tiene varias vertientes. Primero, las facultades de comunicación, donde predomina una formación generalista y muy poco cercana a la práctica periodística real. Segundo, los propios medios, donde los graduados o egresados de comunicación aprenden, sobre la marcha, unas destrezas de sobrevivencia y se olvidan de la reflexión y la autocrítica sobre su trabajo. En tercer lugar, están los profesionales formados en otras áreas (Historia, Letras, Sociología…) que descubren los fundamentos periodísticos en la práctica.

La formación de sus empleados no es prioridad en las empresas mediáticas. En el mejor de los casos, son los periodistas con más años quienes ejercen de instructores de los nuevos, lo cual impide romper la autoreferencialidad en este campo. Con alguna excepción, los denominados “referentes” del periodismo ecuatoriano no exhiben aportes significativos y, en su gran mayoría, detentan una autoridad reducida a los propios medios. No han creado una escuela periodística; no han diseñado programas de formación; no han sistematizado una línea de investigación; tampoco son exponentes de alguna narrativa en particular. En otras palabras, no pueden exhibir algún cuerpo organizado de conocimientos libros, ensayos, cátedras, etc. que aporte a la formación de los nuevos periodistas.

La profesionalización ha sido entendida como sinónimo de titulación. Pero la posesión de un título universitario en comunicación no garantiza, por sí sola, la idoneidad de su dueño para ejercer el periodismo. La profesionalización significa un proceso de formación continua, de adquisición de conocimientos, de métodos y herramientas –conceptuales e instrumentales– que habiliten a los periodistas como narradores confiables de la complejidad social, independientemente del título académico.

Un proceso de profesionalización debería incluir al menos los siguientes aspectos: 1. Legislación (los periodistas no conocen el marco normativo de su actividad, sus alcances y sus límites); 2. Ética (en ningún medio ecuatoriano se debate acerca del concepto de responsabilidad social, lo cual se expresa en la confusión frecuente entre información, opinión y propaganda); 3. Historia política y económica (reporteros y editores tienen dificultades para situar los hechos en perspectiva histórica por su desconocimiento de los procesos de formación de las sociedades contemporáneas); y 4. Lenguaje (el descuido de la principal herramienta periodística, el lenguaje, ha impedido renovar las narrativas y construir nuevos relatos de lo social)

El efecto directo de esta situación para los periodistas y otros trabajadores de prensa es que se incrementa su vulnerabilidad frente a las arbitrariedades de las empresas. El periodista se vuelve un sujeto prescindible, que puede ser reemplazado en cualquier momento por otro que llene fácilmente las exigencias de los medios. Por ello, el despido, la censura, los abusos cometidos contra los periodistas por sus empleadores no tienen la mínima repercusión social y no hay instancia legal ni organización social que asuma su defensa.

Así, las empresas mediáticas demuestran tener tanta o mayor capacidad que el poder político para anular la diversidad de pensamiento y atentar no sólo contra el ejercicio profesional de los periodistas sino también contra el derecho a la información de la población.


sábado, 19 de junio de 2010

Propaganda por pan

Mariana Neira

¿Han escuchado hablar del ‘cheque bebé’? Creo que pocos porque, lamentablemente, la prensa local nos priva de muchas cosas importantes que suceden en el mundo. Yo tampoco conocía el asunto hasta cuando me visitó una destacada periodista que vive en España y me contó el despelote que hay allá. El ‘cheque bebé’ era una prestación de 2.500 euros por el nacimiento de un niño. El gobierno socialista de Rodríguez Zapatero lo suprimirá desde el 1 de enero de 2011, así como suspenderá la revalorización de las pensiones, rebajará en una media del 5% las retribuciones de los empleados públicos, recortará en un 15% el sueldo de los miembros del gobierno, etcétera., etcétera. Un largo etcétera como larga era la generosidad de Rodríguez Zapatero hasta cuando se dio cuenta de que había estirado las patas más allá de las cobijas. Ahora está en el apuro de hacer recortes a los beneficios sociales porque si no recorta, llevará a España y a Europa a una crisis terrible.

En Ecuador está a punto de suceder lo mismo. He conversado con economistas de derecha, de centro, de izquierda, del gobierno, botados por el gobierno, etcétera, etcétera, y todos hacen la misma “profecía autocumplidora” de la que habló en su última columna, Lucrecia Maldonado. Como el socialista Rodríguez Zapatero, el “gobierno de la revolución ciudadana” estiró las patas más allá de las cobijas. Gasta anualmente 5 mil millones de dólares en subsidios, tiene un déficit en su presupuesto de 3 mil millones que según un economista de derecha podría cubrirse este año a remiendos y pedazos, no el próximo. Un economista de izquierda me decía que por cada dólar que el precio del petróleo baja -de 65 que está calculado dentro del presupuesto-, este déficit aumenta en mil millones. Los gastos son altísimos y los ingresos bajísimos por el sube y baja del petróleo, porque se redujeron los envíos de los migrantes y casi no hay inversiones nuevas. Ante tanto déficit, resulta pequeña la inversión que prevén en el proyecto hidroeléctrico Coca Codo Sinclair, además de costosa en los intereses. (¿Quiénes se estarán beneficiando con estas concesiones… y cómo?)

Tan grande es el problema que un economista vinculado al gobierno me confidenció que estudiaban la eliminación de algunos subsidios. Y el Presidente lo confirmó durante una entrevista radial. Dicen que podría empezar por el gas. No sé cómo. Posiblemente con el doble discurso de que se va a quitar el subsidio a los ricos y se mantendrá para los pobres, porque eso es lo que planea hacer el “gobierno de la revolución ciudadana” en el futuro, mentirle y mentirle a la gente, meterle propaganda por los ojos, los oídos, la mente, para tapar la falta de pan y empleo. Por eso los acomodos de “fichas” dentro de la comunicación. Los genios de la propaganda del gobierno están simultáneamente saneando los “Medios de Correa y su Círculo”, y acomodando el marco jurídico con una Ley de Comunicación castigadora que incluye un artículo idéntico al que impuso la dictadura militar de 1963.

En los “Medios de Correa y su Círculo” (que de públicos no tienen nada mientras les fluyan órdenes del Palacio del Itchimbía –perdón, de Carondelet-) se empezó a limpiar y a acomodar ‘fichas’ desde fines del año pasado. Lo más sonado fue el despido del directorio y director de El Telégrafo, y la censura a sus editorialistas críticos. Querían “acompañantes solidarios” que no cuestionen la obra del gobierno. Esa es la consigna del Círculo, según le escuché a un alto funcionario. Esos “acompañantes” también tienen la misión de caerles encima a los contrarios del gobierno con insultos (para eso, buenos son los patanes), también con grandes “reportajes de denuncia” y con parodias. Pronto van a ver en la pantalla de los “Medios de Correa y su Círculo” a actores “chistosos” ridiculizando a los opositores del gobierno. Es otra profecía autocumplidora.

jueves, 17 de junio de 2010

La profecía autocumplidora

Lucrecia Maldonado

Es un término que se utiliza en algunas teorías psicológicas, eso de repetir tanto que algo va a pasar que, de una forma u otra, termina sucediendo. ¿Y por qué lo traigo a colación? No por amargura, ni por nostalgia, sino porque de repente la idea vino a mí, o las circunstancias de la vida me la trajeron.

Hace algunas semanas el destino o la sincronicidad me llevaron a encontrarme con algunas personas que al saludarme lamentaron de una u otra forma que ya no escribiera (que ya no escribiéramos) mi columna en El Telégrafo. Los comentarios me halagaban, pero también me entristecían. Alguien me dijo: “Se perdió la mejor columna editorial del país”. Y no es una persona de elogio fácil. Otro amigo me dijo: “Yo siempre leía en la edición virtual, pero ahora ya no quiero saber nada. Los que escriben ahí son muy ‘cepillos’”. No lo dije yo, fue la opinión de un ex lector nuestro. Alguna otra persona que acababa de conocer en ese momento, pero que nos había leído desde hacía tiempo me preguntó dónde estábamos escribiendo porque, igual, desde que nos fuimos, ella ya no leía para nada el actual Telégrafo, tal como está.

Entonces no pude evitar recordar las palabras del presidente Correa en las épocas en las que comenzó la crisis del Primer Diario (Ex) Público del Ecuador, algo así como: “El Telégrafo es un periódico en donde escriben valiosísimos intelectuales ecuatorianos, no lo puedo negar, pero que solamente se leen entre ellos”. La insistencia en que El Telégrafo no lo leía nadie y que había que reorganizarlo para que alguien lo leyera. Cuando estas palabras se dijeron, tal vez por cuestiones de boicots de otros medios y puede ser por alguna ineficiencia operativa, El Telégrafo era un diario que quizá no se compraba, pero que no se leyera ya es otra cosa. Recuerdo que tenía que bajar temprano a recoger mi ejemplar en la librería de un centro comercial cercano porque para las once y media de la mañana ya no había (no lo leía nadie, seguramente se lo llevaban con tantas ganas para tener con qué envolver la fruta). Recuerdo que me escribían cartas personas a quienes no conocía, a favor o en contra de mis artículos.

Pienso en esa señora intelectual, en la madre de familia, en el profesor de química con los que me he encontrado, entre otras personas, en los días pasados. Su desilusión porque ya no nos pueden leer a los que solo nos leíamos entre nosotros. Su pregunta, casi ansiosa, de si estamos escribiendo en alguna otra parte. Y me pregunto cuántos más. Porque fue nada más decirlo Correa para que la tortilla se virara y El Telégrafo se convirtiera ipso facto en lo que él acababa de mencionar: un periódico que ya ni siquiera se regala, y que, como lo anunciara tan cáusticamente, ahora sí es un medio en el que escriben pocos intelectuales ecuatorianos, unos más valiosos, otros tal vez no tanto, que quizá solamente se leen entre ellos, si les da tiempo. Nadie lo sabe.

En realidad, no escribo esto tan solo por bronca, aunque también. Es que en este punto cabe preguntarse, aunque sea retóricamente, qué se perseguía con la reestructuración, con los cambios muy poco juiciosos y tan precipitados. ¿En cuántas otras instancias de este gobierno en el que todos confiamos se están incubando nuevas profecías autocumplidoras y con qué objetivos?

Da para pensar, ¿no?

viernes, 11 de junio de 2010

Verdades dolorosas (I)

Hernán Reyes Aguinaga

Durante la década de los 70s y los 80s, varios países latinoamericanos vivieron durísimas dictaduras militares apoyadas por élites civiles cuyas mentalidades fluctuaban entre fascistas y conservadoras. Ante las evidencia incontrastables de que estos gobiernos violaron gravemente los derechos humanos y fracturaron brutalmente el tejido social, en los periodos post-dictatoriales esas sociedades buscaron generar procesos de “reconciliación nacional” que incluyeron la conformación de las denominadas Comisiones de la Verdad para que investigaran a fondo los casos donde ocurrieron esos atentados contra la vida, y contra la convivencia pacífica y civilizada que supuestamente ofrecen las democracias liberales.

(tlc-no.blogspot.com)

En el Ecuador, entre 1984 y 1988 ni siquiera hubo necesidad de que exista un gobierno formalmente dictatorial para que el país sea el escenario de una gigantesca represión contra todo tipo de opositores, represión en la cual ciertos cuerpos policiales y aún militares pasaron por alto toda norma ética y principio jurídico y sus excesos segaron las vidas de muchos compatriotas– o las afectaron de forma negativa y permanente. Nadie podría discutir que muchos de los afectados –como aquellos que participaron en los grupos subversivos- también cometieron excesos. Pero de igual manera, tampoco se puede dejar de reconocer las diferencias abismales entre ejercer la violencia selectiva y “eficazmente” desde aparatos represivos del Estado sumamente especializados o ejercerla de manera marginal, desordenada y desde un idealismo caótico.

Pero la historia de un país puede mancharse no sólo por acciones materiales injustificables sino por lago peor: por echar tierra sobre esa realidad. ¿Qué se recuerda actualmente de ese periodo? ¿Qué recuerdos tienen los jóvenes de hoy en día acerca de la siniestra represión ejercida durante el gobierno de Febres-Cordero con jóvenes de su misma edad cuyas utopías y extrañamientos acabaron en desapariciones forzosas, torturas, violentamientos sexuales o ejecuciones extra-judiciales?

¿Cómo romper lo que Pierre Bertrand llama la “memoria imperialista”, es decir aquella que eterniza el pasado sometiendo al presente a su propio olvido? ¿Cómo humanizar el pasado eternizado que ese Estado supuestamente garante y guardián de la memoria de la nación, lo ha petrificado y archivado? ¿Cómo recuperar la memoria y de esta forma la historia verdadera – y dolorosa- de la nación? La historia sólo existe a partir de la memoria. Sin embargo, frecuentemente la memoria se somete al olvido. Justo, aunque quizá tardío pero sin duda hondamente significativo para la recuperación de la memoria acaba de aparecer y difundirse el Informe de la Comisión de la Verdad conformado por el actual gobierno. Para Freud, la memoria puede curar y sanar, pero en ocasiones podría contrariamente enfermar. Recordar el pasado puede ayudar a expulsar lo reprimido de la conciencia o simplemente a repetir lo que ya se sabe. Dependerá de qué se recuerde. Esas miles de páginas del Informe de la Comisión de la Verdad vuelven a hacernos recordar al Ecuador que queremos olvidar y superar. Para superar – y para no repetir- hay que recordar, aunque sea doloroso.

martes, 8 de junio de 2010

La Cultura Política

Sebastián Endara

“La clave barroca de América Latina” es el título de uno de los ensayos del más importante filósofo ecuatoriano del último decenio, Bolívar Echeverría, que lamentablemente acaba de fallecer el pasado 5 de junio en la ciudad de México, donde residía. Queremos en esta oportunidad, rendir homenaje al gran intelectual destacando algunos de sus aportes al pensamiento universal y específicamente a la filosofía latinoamericana, así como contribuir en la difusión de su legado.

(clacso.org)

Bien, en el ensayo citado Echeverría afirma que por cultura política se entiende la manera peculiar que tiene una sociedad concreta de institucionalizar lo político en calidad de política, sería el modo que ella tiene de mantenerse activa en medio de la vida cotidiana, una función que sólo asume o actualiza en los momentos extraordinarios en los que re-constituye o vuelve a fundar la forma de su propia socialidad, en los que re-define su identidad. Sin embargo, el panorama de la cultura política moderna se construye en un mundo dominado por el capitalismo, el cual aparece afectado por una contradicción insalvable entre dos principios divergentes, a saber: un principio natural que actúa desde el valor de uso de las cosas, desde su fin cualitativo, y aquel principio que es el valor mercantil de las cosas, aquel valor-capital como valor que se autovaloriza, como acumulación de capital. Por ello, el tipo de ser humano que requiere el capitalismo es aquel que clausura esta contradicción, aquel que puede vivir sus valores y su mundo bajo los términos del valor del capital, y para ello es capaz de crear un ethos o hábito definido como estrategia de supervivencia comunitaria cristalizada en un conjunto de usos y costumbres colectivas y en predisposiciones subjetivas.

Según Echeverría habrían cuatro posibilidades de que este ethos pueda desarrollarse en la modernidad: 1) el ethos realista que perfecciona la coincidencia entre los valores de uso y los valores de cambio, tornándolos indisolubles, 2) el ethos romántico que si bien se da cuenta de la contradicción, asume la creación del mundo como potestad soberana del individuo, 3) el ethos clásico que percibe la contradicción pero la asume como inevitable, y finalmente el ethos barroco que promueve la reivindicación del valor de uso, el rescate de lo concreto que lo reafirma en un plano imaginario.

En la modernidad el ethos realista es el que ha predominado, excepto en Latinoamérica donde más bien se ha desarrollado el ethos barroco en razón de su particular cultura gestada en las estrategias de supervivencia al exterminio colonial que produjo el pueblo indígena reinventando la identidad latinoamericana, reactualizando la historia de la cultura en la actividad del mestizaje, en el cambio de los códigos europeos. Y esta podría ser la clave de una nueva forma de pensar la política, de una nueva “cultura política”, que vista desde el ethos barroco implica la fidelidad a la dimensión cualitativa de la vida y el renegar de la sumisión al que la valoración del capital nos está avocando globalmente en la uniformización de su dominio.

lunes, 7 de junio de 2010

La verdadera barbarie

Amelia Ribadeneira

El caso de Orlando Quishpe, el ciudadano indígena juzgado por su comunidad, ha causado conmoción nacional. Los expertos dicen que ese tipo de justicia, la indígena, es un atentando a los derechos humanos porque pone en riesgo la vida de los juzgados, porque atenta contra el buen juicio, porque es un acto de barbarie… Estas “profundas” reflexiones me provocan pesadumbre, son tan simples, sea hacen a primera vista sobre la base de la espectacularización de la información por parte de los medios masivos de comunicación.

Yo pienso todo lo contrario y lo digo con absoluto convencimiento, creo que la justicia occidental debería reconocer los principios de la justicia indígena y aprender de ellos. Primero, porque no hay impunidad, la o las personas responsables de un delito son juzgadas y sancionadas, no quedan a merced de su propia suerte ni libres para seguir cometiendo fechorías. Reciben una sanción con ortiga y agua para purificar el cuerpo y el alma. Los puritanos dicen que ese escarmiento es una aberración, como si las buenas familias católicas y apostólicas de la sociedad ecuatoriana estuvieran libres de culpa y tuvieran el derecho de lanzar la primera piedra. Sin embargo, hay unos límites, es cierto, y ojalá esos límites no tuvieran que ver con ese tipo de escarmiento para garantizar la impunidad, pero el fondo es lo que reivindico, la impunidad no es está en el horizonte, es un hecho consumado.

Creo más en la justicia indígena porque las víctimas y sus familiares quedan resarcidas, no cargan con el sabor amargo profundo que deja la justicia mestiza después del agotador y lastimoso periplo por los juzgados. Quienes han vivido un juicio saben lo que es enfrentarse a ese elefante lento y pesado donde todo puede pasar: procesos largos que pueden durar años, un gasto alto de dinero, una pérdida de tiempo, el cansancio del cuerpo y, lo peor, la incertidumbre de saber si algún día se hará justicia.

(elgatodelhortelano.wordpress.com)

Creo más en la justicia indígena porque es abierta, es democrática, es una comunidad entera la que observa el juicio, la que opina, la que exige, la que modera, la que pide templanza, la que pone límites, la que se apasiona, la que aprende, la que escarmienta. No es un solo hombre o mujer, llámese el juez, encerrado en una oficina, sin conocer a las víctimas y a los victimarios, sin entender los porqué, sin sentir nada, ajeno a la vida, no obstante, con el riesgo permanente a ser tentando por intereses que rompen con la ley y la justicia o a ser presionado por poderes oscuros para que la justicia sea una quimera.

Nuestra justicia aísla, deshumaniza. Toma a los detenidos y los encierra, los separa de su entorno, los vuelve más violentos. Los coloca en lugares infernales, inmundos para un ser humano. Sitios que profundizan su capacidad para el mal, sitios en los que recuperar el buen juicio, los valores, el amor propio, el sentido profundo de la vida es simplemente imposible. Las cárceles del Ecuador son lugares para perfeccionar las miserias humanas, son sitios para la muerte. ¿Qué rehabilitación puede haber en condiciones insalubres, hacinados, atrapados por el ocio, olvidados..? Ningún ser humano se recupera así, ningún humano tiene condiciones de volver a la sociedad si habita en medio de toda la inmundicia. La pregunta que me queda, entonces, es ¿quiénes son los bárbaros?

viernes, 4 de junio de 2010

La justicia indígena y el Estado

Lizardo Herrera

En las últimas semanas, hemos visto repetirse incesantemente varias imágenes de jóvenes colgados por los brazos o de otros amarrados y siendo ortigados, imágenes utlizadas por varios medios como pruebas de los abusos y deficiencias de la justicia indígena. También hemos conocido que la comunidad de La Cocha sentenció a un joven a muerte porque este último habría asesinado a otro. Como público o lectores, con razón, nos indignamos y entendemos que no se pueden cometer semejantes abusos en contra de los derechos humanos. Sin embargo, propongo dejar a un lado nuestras emociones inmediatas, no caer en descalificaciones apresuadas y analizar las cosas con cabeza fría.

En primer lugar, es bueno que entendamos que la prioridad de cualquier forma de Derecho es defender o cuando menos no atentar contra los derechos humanos. Aquí tenemos un principio universal que debe guiar tanto las prácticas locales como las nacionales. En buena hora lo visto nos ha llevado a discutir el problema de la pena de muerte, cuyos defensores a ultranza a mi modo de ver serían los primeros derrotados. La Constitución ecuatoriana no reconoce esta pena, y hace bien, por ende las comunidades indígenas tampoco están autorizadas para aplicarla.

Segundo, si la defensa de los derechos humanos implica evitar estigmatizar a las personas por su género, raza, clase social, nivel de educación, orientación religiosa o sexual, etc., mal haríamos en utilizar el caso de La Cocha para revivir los prejuicios en contra de los indígenas como “personas atrasadas” o “incivilizadas”; pues esto en último caso significa reforzar la discriminación aún vigente en la cotidianidad ecuatoriana. Pensar y repensar el problema de la justicia indígena no nos debe llevar a descalificarla a partir de prejuicios sin que se lleve a cabo un debate profundo sobre el tema, sino más bien encontrar sus aportes al mismo tiempo que sus debilidades. El objetivo no debería ser erradicar la justicia indígena porque si fuera así privamos de voz a una parte imparte de ecuatorianos, sino mejorar sus formas de aplicación de esta justicia para sea compatible con los derechos humanos y se eviten excesos.

(iptimes.com)

Tercero, si cuestionamos los hechos de La Cocha como un atentado contra los derechos humanos ¿qué nos hace suponer que la justicia ordinaria los repesta? Me gustaría preguntar qué es más inhumano: el castigo corporal de las imágenes o el encierro en prisiones en donde el hacinamiento y la violencia extrema son la regla. En nuestro correcto anhelo por defender los derechos humanos, no debemos suponer superficialmente que la justicia ordinaria cumple mejor con la defensa de estos derechos que la indígena. Si nos escandalizamos por las imágenes de La Cocha, me parece deberíamos espeluznar por las que podríamos sacar de las prisiones del país.

Por último, este es un tema de vital importancia para nuestra sociedad, por esta razón debemos evitar mezclar unos asuntos con otros. De lo contrario, apoyaríamos consignas demagógicas que se aprovechan irresponsablemente de la conyuntura. Mal haríamos en utilizar el caso de La Cocha si el verdadero objetivo es cuestionar otros planteaminetos de los indígenas como por ejemplo manejo del agua o la cuetión minera.

Si se argumenta superficialmente que los supuestos abusos de La Cocha son suficientes para descalificar la aplicación de la justicia; por el otro lado, tenemos un sin número de abusos del Estado que nos obligarían a despachar la justicia ordinaria como por ejemplo los juicios controvertidos a personas acusadas de narcotraficantes, el caso de Natalia Emme, la distorsión del espíritu de la ley que según el presidente hizo su hermano, etc. Es evidente que todos estos casos polémicos no son suficientes para proponer la desparición del Derecho o de la Constitución ecuatoriana. Asimismo, me parece que las imágenes de La Cocha, no son suficientes para demagógicamente anular la aplicación de la justicia indígena.

A modo de conclusión, me parece que lo más provechoso del debate es que hemos aceptado los derechos humanos como la base tanto de la justicia indígena como de la ordinaria. Por tanto, no sólo debemos preguntar si la comunidad de La Cocha los respeta, sino también si la justicia ordinaria lo hace porque es claro que la experiencia de varios de los presos ecuatorianos desmiente este supuesto. Asimismo, este caso bajo ningún aspecto puede servir para encontrar nuevos chivos expiatorios contra quienes dirigir nuestra indignación porque si así fuera lo que menos nos preocuparía serían los derechos humanos, sino que estaríamos utilizando a las imagenes de La Cocha como una excusa para llevar a cabo e imponer agendas políticas ocultas.

jueves, 3 de junio de 2010

La Cocha

Pablo Ospina Peralta

Todos vimos las imágenes en la Cocha. Las cámaras de televisión solo mostraban la “verdad”. ¿Cómo podrían falsificarla? Según nos dicen, las cámaras no mienten. Cientos, tal vez miles de comuneros se apretujaban en los cerros vecinos para presenciar el espectáculo que los camarógrafos registraban y los periodistas relataban con lujo de detalles. En el centro, un joven recibía latigazos en el suelo, de manos de los dirigentes indígenas, empapado en agua de ortiga helada en el páramo frío de las alturas occidentales de Cotopaxi. Días antes, cientos de comuneros habían impedido la llegada del Fiscal General, conocido hombre de nervios de acero y de pronta justicia, aparecido valerosamente para rescatar al infractor ¿Qué muestra la prensa? Una turba. Comentaristas especializados, como Ramiro Aguilar, comparan doctamente la justicia indígena con el linchamiento de cualquiera en cualquier barrio de cualquier ciudad. La justicia indígena no existe, pontifica el letrado, porque no la menciona Cieza de León en el siglo XVI, sino que la inventaron cuatro vagos en las universidades.

Motivado por tanto derroche de verdad irrefutable de los medios que tanto ama, y seguramente informado por abogados conocedores del tema, como Aguilar o Alexis Mera, y luego de haber revisado puntualmente las encuestas, el presidente de la República puso el epitafio definitivo sobre el cadáver del tema: en Ecuador no se permite la tortura por lo tanto no se permite la justicia indígena. Porque, hay que decirlo, donde se aplica la justicia indígena, se hace el ortigamiento con agua helada, suele haber latigazos y escarnio público. No son las únicas sentencias, por supuesto, pero son frecuentes.

Lo que no es frecuente, de hecho yo nunca supe de un caso semejante, es que las comunidades indígenas de la sierra condenaran a un individuo a la pena de muerte. La primera noticia que tuve del caso me sorprendió inmensamente ¿Pena de muerte? Y fue en realidad ese hecho el que gatilló la transformación de este caso en un acontecimiento mediático. Después supe que no se trataba de una sentencia en firme, sino de lo que pedía la familia del joven asesinado horriblemente a fines de abril en Zumbahua. Pero la noticia de lo que pedían los ofendidos, pero que no se había decidido, se filtró hacia la Fiscalía y de ahí a la prensa.

Lo que la prensa silencia son los acontecimientos tras bastidores. Antes de la sentencia hay un juicio. Dos semanas de recibir pruebas, testimonios, declaraciones. Uno de los jóvenes acusados fue liberado por encontrárselo inocente y otros cuatro habían sido ya castigados con una limpia similar a la que terminaría recibiendo el principal responsable del asesinato. Nada parecido a un linchamiento. Si los ofendidos querían un linchamiento, la comunidad organizada y encargada de llevar adelante la investigación, no lo permitió. No solo eso. Antes de que llegara la prensa, todos los implicados debatieron agitadamente sobre quién tenía jurisdicción, si la justicia indígena o la ordinaria. Fue una decisión en la que participaron tanto las familias de los acusados como las de los acusadores. También se discutió en qué comunidad se haría el proceso: podía ser en Zumbahua, donde ocurrió el crimen, en la comunidad de los implicados o en alguna otra que se considerara apropiada. En una palabra, hay un complejo procedimiento que justifica considerarla muy distinta de un linchamiento.

El corolario final de la actitud del Fiscal y del Presidente solo ratifica a los cuatro vientos, lo poco que entiende este gobierno los derechos colectivos indígenas, la historia indígena y el significado del Estado plurinacional. Al final, en este tema, el gobierno que tanto pontifica contra la prensa, le hace una reverencia cómplice a la peregrina y perturbadora superficialidad de sus juicios.