lunes, 7 de junio de 2010

La verdadera barbarie

Amelia Ribadeneira

El caso de Orlando Quishpe, el ciudadano indígena juzgado por su comunidad, ha causado conmoción nacional. Los expertos dicen que ese tipo de justicia, la indígena, es un atentando a los derechos humanos porque pone en riesgo la vida de los juzgados, porque atenta contra el buen juicio, porque es un acto de barbarie… Estas “profundas” reflexiones me provocan pesadumbre, son tan simples, sea hacen a primera vista sobre la base de la espectacularización de la información por parte de los medios masivos de comunicación.

Yo pienso todo lo contrario y lo digo con absoluto convencimiento, creo que la justicia occidental debería reconocer los principios de la justicia indígena y aprender de ellos. Primero, porque no hay impunidad, la o las personas responsables de un delito son juzgadas y sancionadas, no quedan a merced de su propia suerte ni libres para seguir cometiendo fechorías. Reciben una sanción con ortiga y agua para purificar el cuerpo y el alma. Los puritanos dicen que ese escarmiento es una aberración, como si las buenas familias católicas y apostólicas de la sociedad ecuatoriana estuvieran libres de culpa y tuvieran el derecho de lanzar la primera piedra. Sin embargo, hay unos límites, es cierto, y ojalá esos límites no tuvieran que ver con ese tipo de escarmiento para garantizar la impunidad, pero el fondo es lo que reivindico, la impunidad no es está en el horizonte, es un hecho consumado.

Creo más en la justicia indígena porque las víctimas y sus familiares quedan resarcidas, no cargan con el sabor amargo profundo que deja la justicia mestiza después del agotador y lastimoso periplo por los juzgados. Quienes han vivido un juicio saben lo que es enfrentarse a ese elefante lento y pesado donde todo puede pasar: procesos largos que pueden durar años, un gasto alto de dinero, una pérdida de tiempo, el cansancio del cuerpo y, lo peor, la incertidumbre de saber si algún día se hará justicia.

(elgatodelhortelano.wordpress.com)

Creo más en la justicia indígena porque es abierta, es democrática, es una comunidad entera la que observa el juicio, la que opina, la que exige, la que modera, la que pide templanza, la que pone límites, la que se apasiona, la que aprende, la que escarmienta. No es un solo hombre o mujer, llámese el juez, encerrado en una oficina, sin conocer a las víctimas y a los victimarios, sin entender los porqué, sin sentir nada, ajeno a la vida, no obstante, con el riesgo permanente a ser tentando por intereses que rompen con la ley y la justicia o a ser presionado por poderes oscuros para que la justicia sea una quimera.

Nuestra justicia aísla, deshumaniza. Toma a los detenidos y los encierra, los separa de su entorno, los vuelve más violentos. Los coloca en lugares infernales, inmundos para un ser humano. Sitios que profundizan su capacidad para el mal, sitios en los que recuperar el buen juicio, los valores, el amor propio, el sentido profundo de la vida es simplemente imposible. Las cárceles del Ecuador son lugares para perfeccionar las miserias humanas, son sitios para la muerte. ¿Qué rehabilitación puede haber en condiciones insalubres, hacinados, atrapados por el ocio, olvidados..? Ningún ser humano se recupera así, ningún humano tiene condiciones de volver a la sociedad si habita en medio de toda la inmundicia. La pregunta que me queda, entonces, es ¿quiénes son los bárbaros?

1 comentario:

  1. Un error, no puede justificar otro.

    La justicia es una sola, si la justicia occidental, como Ud la llama, esta errada hay que trabajar para mejorarla pero no buscar alternativas.

    El Caste.

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