viernes, 11 de junio de 2010

Verdades dolorosas (I)

Hernán Reyes Aguinaga

Durante la década de los 70s y los 80s, varios países latinoamericanos vivieron durísimas dictaduras militares apoyadas por élites civiles cuyas mentalidades fluctuaban entre fascistas y conservadoras. Ante las evidencia incontrastables de que estos gobiernos violaron gravemente los derechos humanos y fracturaron brutalmente el tejido social, en los periodos post-dictatoriales esas sociedades buscaron generar procesos de “reconciliación nacional” que incluyeron la conformación de las denominadas Comisiones de la Verdad para que investigaran a fondo los casos donde ocurrieron esos atentados contra la vida, y contra la convivencia pacífica y civilizada que supuestamente ofrecen las democracias liberales.

(tlc-no.blogspot.com)

En el Ecuador, entre 1984 y 1988 ni siquiera hubo necesidad de que exista un gobierno formalmente dictatorial para que el país sea el escenario de una gigantesca represión contra todo tipo de opositores, represión en la cual ciertos cuerpos policiales y aún militares pasaron por alto toda norma ética y principio jurídico y sus excesos segaron las vidas de muchos compatriotas– o las afectaron de forma negativa y permanente. Nadie podría discutir que muchos de los afectados –como aquellos que participaron en los grupos subversivos- también cometieron excesos. Pero de igual manera, tampoco se puede dejar de reconocer las diferencias abismales entre ejercer la violencia selectiva y “eficazmente” desde aparatos represivos del Estado sumamente especializados o ejercerla de manera marginal, desordenada y desde un idealismo caótico.

Pero la historia de un país puede mancharse no sólo por acciones materiales injustificables sino por lago peor: por echar tierra sobre esa realidad. ¿Qué se recuerda actualmente de ese periodo? ¿Qué recuerdos tienen los jóvenes de hoy en día acerca de la siniestra represión ejercida durante el gobierno de Febres-Cordero con jóvenes de su misma edad cuyas utopías y extrañamientos acabaron en desapariciones forzosas, torturas, violentamientos sexuales o ejecuciones extra-judiciales?

¿Cómo romper lo que Pierre Bertrand llama la “memoria imperialista”, es decir aquella que eterniza el pasado sometiendo al presente a su propio olvido? ¿Cómo humanizar el pasado eternizado que ese Estado supuestamente garante y guardián de la memoria de la nación, lo ha petrificado y archivado? ¿Cómo recuperar la memoria y de esta forma la historia verdadera – y dolorosa- de la nación? La historia sólo existe a partir de la memoria. Sin embargo, frecuentemente la memoria se somete al olvido. Justo, aunque quizá tardío pero sin duda hondamente significativo para la recuperación de la memoria acaba de aparecer y difundirse el Informe de la Comisión de la Verdad conformado por el actual gobierno. Para Freud, la memoria puede curar y sanar, pero en ocasiones podría contrariamente enfermar. Recordar el pasado puede ayudar a expulsar lo reprimido de la conciencia o simplemente a repetir lo que ya se sabe. Dependerá de qué se recuerde. Esas miles de páginas del Informe de la Comisión de la Verdad vuelven a hacernos recordar al Ecuador que queremos olvidar y superar. Para superar – y para no repetir- hay que recordar, aunque sea doloroso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario