martes, 8 de junio de 2010

La Cultura Política

Sebastián Endara

“La clave barroca de América Latina” es el título de uno de los ensayos del más importante filósofo ecuatoriano del último decenio, Bolívar Echeverría, que lamentablemente acaba de fallecer el pasado 5 de junio en la ciudad de México, donde residía. Queremos en esta oportunidad, rendir homenaje al gran intelectual destacando algunos de sus aportes al pensamiento universal y específicamente a la filosofía latinoamericana, así como contribuir en la difusión de su legado.

(clacso.org)

Bien, en el ensayo citado Echeverría afirma que por cultura política se entiende la manera peculiar que tiene una sociedad concreta de institucionalizar lo político en calidad de política, sería el modo que ella tiene de mantenerse activa en medio de la vida cotidiana, una función que sólo asume o actualiza en los momentos extraordinarios en los que re-constituye o vuelve a fundar la forma de su propia socialidad, en los que re-define su identidad. Sin embargo, el panorama de la cultura política moderna se construye en un mundo dominado por el capitalismo, el cual aparece afectado por una contradicción insalvable entre dos principios divergentes, a saber: un principio natural que actúa desde el valor de uso de las cosas, desde su fin cualitativo, y aquel principio que es el valor mercantil de las cosas, aquel valor-capital como valor que se autovaloriza, como acumulación de capital. Por ello, el tipo de ser humano que requiere el capitalismo es aquel que clausura esta contradicción, aquel que puede vivir sus valores y su mundo bajo los términos del valor del capital, y para ello es capaz de crear un ethos o hábito definido como estrategia de supervivencia comunitaria cristalizada en un conjunto de usos y costumbres colectivas y en predisposiciones subjetivas.

Según Echeverría habrían cuatro posibilidades de que este ethos pueda desarrollarse en la modernidad: 1) el ethos realista que perfecciona la coincidencia entre los valores de uso y los valores de cambio, tornándolos indisolubles, 2) el ethos romántico que si bien se da cuenta de la contradicción, asume la creación del mundo como potestad soberana del individuo, 3) el ethos clásico que percibe la contradicción pero la asume como inevitable, y finalmente el ethos barroco que promueve la reivindicación del valor de uso, el rescate de lo concreto que lo reafirma en un plano imaginario.

En la modernidad el ethos realista es el que ha predominado, excepto en Latinoamérica donde más bien se ha desarrollado el ethos barroco en razón de su particular cultura gestada en las estrategias de supervivencia al exterminio colonial que produjo el pueblo indígena reinventando la identidad latinoamericana, reactualizando la historia de la cultura en la actividad del mestizaje, en el cambio de los códigos europeos. Y esta podría ser la clave de una nueva forma de pensar la política, de una nueva “cultura política”, que vista desde el ethos barroco implica la fidelidad a la dimensión cualitativa de la vida y el renegar de la sumisión al que la valoración del capital nos está avocando globalmente en la uniformización de su dominio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario