miércoles, 14 de julio de 2010

La administración cultural

Sebastián Endara

La administración cultural pública en el país no está necesariamente manejada bajo criterios técnicos, lo cual no quiere decir que restrinjamos la posibilidad de generar buenos criterios sobre administración cultural tan sólo a aquellos que cuentan con una formación específica en temas de gestión cultural, no, pero es evidente que la administración cultural requiere tener claro ciertos aspectos básicos, sobre todo por la complejidad de sus asuntos y por la novedad de sus prácticas.


El concepto de ‘manejo técnico de la cultura’ es problemático y ambiguo. Nadie discutirá, por ejemplo, que una institución cultural pueda ser manejada por un titiritero, porque se supone que el teatro de títeres es una manifestación artística y, desde luego cultural, y por tanto, el titiritero tiene conocimientos en materia cultural, lo mismo que un pintor, que un escritor, que un médico o que un abogado o para generalizar, que cualquier persona, si al final, no solo las artes pertenecen a la cultura, sino todo el quehacer social del ser humano. No se está pidiendo que haya una profesionalización previa para manejar la cultura, a pesar de que la mayoría coincidiremos en que seguramente ninguno ejercerá un manejo más técnico de la cultura, que aquel que ha estudiado las formas de la gestión cultural.


El manejo de las áreas culturales debe ser priorizado porque de su eficiencia o fracaso depende la configuración del imaginario colectivo, de la propia identidad, de la concepción estética y de los proyectos colectivos del futuro. La temporalidad cultural es distinta al tempo de la administración política, aquella debe trabajarse con continuidad, en períodos más largos, y quienes integran su ‘equipo técnico’ deben ser sujetos independientes y estar exentos de las injerencias del poder de los gobiernos de turno, ya que su función debe ser entendida como política de Estado y no de gobierno.

Lo técnico en cultura debiera estar definido por parámetros distintos a los usados en espacios empresariales.


El manejo técnico de la cultura no apunta al aumento de la productividad o a la superación de la rentabilidad, no se puede medir cuantitativamente su actividad, ni su éxito por el rating. Lo técnico en cultura se da en términos de ‘servicio popular’, en la gestación de alternativas, en la producción de espacios que robustezcan la democracia, en la igualdad de oportunidades para todos y no se restringe solamente al manejo ‘eficiente’ de una institución, sino al cambio de toda la estructura institucional en favor del enriquecimiento social. En cultura no se puede seguir generando procesos sin una preocupación ni una perspectiva ‘ética’, porque su actividad primordialmente está dirigida hacia los otros, la cultura no puede seguir siendo manejada como un espacio clientelar y exclusivo, ignorando y omitiendo la complejísima vida colectiva que por mucho, nos supera, por ello, la primera actividad de una administración cultural democrática sería establecer los canales que permitan la participación real de la ciudadanía en los procesos culturales, y eso implica un trabajo en las bases mismas de nuestra estructura política, cosa que al momento es tibia o prácticamente nula.

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