domingo, 10 de octubre de 2010

La libertad de expresión y las armas

Lizardo Herrera

El jueves 30 de septiembre por la noche leí el editorial “¿Hubo golpe de Estado?” en el blog de Martín Pallares, quien argumentaba que en ese día no hubo intentona golpista en el Ecuador. Según él, no había sido designado un sucesor para reemplazar a Correa siendo esto una prueba suficiente de que los policías sublevados no quisieron derrocarlo. Además, argumentaba que el presidente nunca dejó de gobernar ya que fue el mismo quien firmó la declaratoria de Estado de excepción. Para Pallares, la insurrección fue exclusivamente una demanda gremial (salarial), a la cual condena como deplorable e injustificable, que se salió de cauce debido a la impulsibidad o prepotencia de Correa. También se queja de que con el pretexto del Estado de excepción –con la consiguiente cadena de televisón obligatoria- y la manipulación por parte del gobierno de la tesis de un supuesto golpe, el mandatario pudo controlar a su entera discreción los medios de comunicación cumpliendo así sus “sueños totalitarios”.

Lo primero que me pregunté fue si este tipo de comentarios nacen de la ingenuidad. Luego, recordé una escena de la película Malcom X de Spike Lee, en donde, la madre de Malcom reclama a la agencia de seguros el pago de la poliza tras la muerte de su esposo. El agente de la compañía le responde que de acuerdo con el parte policial se trató de un suicidio y que en el contrato muy claramente se expresa que en caso de suicidio no corresponde pago alguno. La madre cuestiona cómo es posible que un hombre se suicide con tres golpe de martillo en la nuca y luego se autoamarre a la rieles del ferrocarril para que un tren lo pase por encima. Yo, al igual que la madre, también me preguntó si la tesis de Pallares -la de la oposición- no es un argumento que busca la quinta pata al gato con el fin de justificar lo injustificable tal como sucede con el parte policial en la gran película de Spike Lee.

Desde mi punto de vista, comentarios como el de Pallares son análisis unilaterales que resposabilizan al mismo Correa de la crisis, sin analizar a profundidad el comportamiento de los alzados ni el rol de la armas en los eventos del 30 de septiembre en Quito. Este autor apenas utiliza dos adjetivos para condenar la insubordinación y luego se refiere superficialmente a la detención del presidente para cuestionar la tesis del secuestro a Correa. En resumen, el texto lanza todos sus dardos en contra del presidente y me da la impresión de que la condena a los insurrectos funcionaría más bien como una máscara detrás de la que se esconde un sentimiento de simpatía con aquéllo que pretende calificar como deplorable e injustificable.

Desde mi punto de vista, la insurrección armada de hace unos días no es exclusivamente una protesta salarial ni una reivindicación gremial ni una reacción ante la imprudencia o prepotencia del presidente (aunque todos estos elementos evidentemente existen). Les propongo analizar cómo se generaron los levantamientos para ver que nada fue espontáneo. Resulta que el levantamiento en el Regimiento Quito coincide con los de la escolta en la Asamblea legislativa. Luego, se unen muy rápidamente los militares en el aéropuerto de Quito y en La Recoleta, después tenemos los hechos lamentables en Guayaquil y otras regiones del país. Para complicar las cosas, en la tarde, los asambleístas de oposición proponen una amnistía para los sublevados sin contar con los elementos de juicio necesarios para lanzar semejante moción. Esta moción se asemeja más a un acto de complicidad –como el parte policial en la muerte del padre de Malcom- cuya finalidad se dirige a evitar una investigación profunda del levantamiento. Y si de todos modos fuera cierto que la revuelta policial no fue planificada ni tenía afanes de desestabilización –aunque tantas evidencias demuestran lo contrario- cuando la fuerza pública se insobordina debido al control que tienen de las armas ya de por sí hay un riesgo de que alguien se tome el poder político por la fuerza así no haya ni una cabeza visible ni un plan maestro que la organice.

Aunque no simpatizo con los medios estatales tal como funcionan en el Ecuador, el 30 de septiembre había los suficientes causales para declarar una estado de excepción y esto no se originó de un abuso de poder tal como nos lo quiere hacer entender Pallares o la oposición. Primero, la vida del presidente claramente estaba en peligro. Segundo, a diferencia de los levantamientos anteriores en el 1997, 2000 y 2005, los sublevados no eran población civil desarmada, sino un grupo que no dudó en utilizar las armas en contra de las autoridades civiles y, peor aún, de la población civil que empezaba a manifestarse. En ese grupo, había desadaptados que llamaban a una guerra civil rondando en las motocicletas por los cuarteles tal como se ve en unas imágenes que aparecieron del Regimiento Quito.

Por tanto, es un absurdo concederles los mismos derechos a quienes sacan ventaja de las armas públicas para beneficio personal, es decir, los insurrectos no tenían el mismo derecho para expresarse en los medios ni tampoco lo tenían aquéllos que simpatizaban con los alzados hasta que se entregaran las armas. Por esta razón, era necesario restringir la cobertura de los eventos para evitar que las imágenes de los armados adquieran demasiado protagonismo apareciendo en televisión porque con ello se hubiera fortalecido su posición. En otras palabras, aunque discrepo con los periodistas oficialistas, los cuales con una enorme mediocridad se limitaron a entrevistar a funcionarios de gobierno o lanzar consignas de carácter político, era urgente restringir el acceso a los medios de comunicación para contrarrestar a quienes ilegítimamente e ilegalmente estaban haciendo uso de las armas. Su presencia en los medios solo ponía más leña al fuego y, especialmente, ponía en peligro de muerte al presidente y a la población civil que se manifestaba en contra de los armados.

A modo de conclusión, creo que en este caso se debe analizar el uso de las armas y el derecho a la libertad expresión conjuntamente. Así los medios privados hubieran querido mostrar responsablemente otros puntos de vista de la insurrección, no se podía permitir una sobreexposición de los alzados en armas porque estaban haciendo un uso ilegítimo de las armas públicas y, especialmente, porque ponían en riesgo la vida de quienes no estaban armados. De lo contrario, las cosas podían caotizarse más y terminar en una matanza generalizada.

3 comentarios:

  1. Buen análisis.
    Hay muchas cosas que se quedna sueltas en los acontecimientos de ese día, pero también hay muchas más que amarran muy bien, al parecer alguien hizo creer a los policías que podían iniciar una revuelta en la que iban a ser respaldados de modo contundente por alguna de las feuras militares. esa respuesta no llegó nunca y todo el tinglado sirvió para desenmascarar a los complotados.

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  2. Es obvio que ahora todo el mundo va a tratar de sacar partido de lo sucedido, y si en el pasado no ha habido muestras de moderación en el extremismo de los comentarios no hay razón para tener esperanza de que en el presente, aquellos que más involucrados están con la oposición a Correa y a favor de Correa puedan tenerla, ahora. Por eso es responsabilidad de los que seriamente queremos extraer lo mejor del presente, el intentar ver esos excesos en ambos lados y por otra parte denunciar la estupidez de la radicalización de las posturas en las cuales sólo se benefician los que de un lado u otro intentar ocultar partes de la verdad.
    Me parece que el comentario de Lizardo Herrera tiende a este objetivo de moderar los extremos de esas verdades que se prentenden imponer ya desde el abuso del poder ejecutivo o desde el poder mediático amenazado

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  3. Gracias! por fin un poco de sensatez y sentido común, me hacía falta, de verdad. Creo que las personas del Telegrafoenelexilio tienen la obligacion y el derecho de crecer y hacerse más fuertes, que su voz se oiga más. Nuestro pequeño país con su personas de bien necesitan un referente en el que apoyarse. Buen trabajo muchachos

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