Juan Martín Cueva
Esta semana se inaugura el festival de cine documental con “Pecados de mi padre”, de Nicolás Entel, película sobre el hijo de Pablo Escobar, que tuvo que irse de Colombia y establecerse con una identidad falsa en Argentina. Ser hijo de Escobar no debe ser un fardo ligero de llevar por la vida. Ser hijo de cualquier padre es una carga a veces pesada. La sombra, la ausencia, la búsqueda, el encuentro con, el conocer a, el seguir o contradecir al padre es uno de los temas recurrentes en la literatura y el cine. De Pedro Páramo a Conversación en la Catedral, de Principio y fin, de Ripstein, a Lavoura Arcaica, de Luiz Fernando Carvalho, de Mi viejo, de Piero, a La invención de la soledad, de Paul Auster, y hasta Hamlet, de Shakespeare, y Edipo (sí, Edipo, el hijo de su madre), incontables narraciones tienen como punto de partida y cuerda de tensión el tema del padre.
La presencia (omnipresencia a veces) de una figura paterna “importante” marca nuestro carácter, nuestra psiquis y nuestra manera de ver el mundo. Hay casos harto conocidos en la política ecuatoriana (Martha y Santiago Roldós, su primo Dalo Bucaram, Cecilia Calderón, Lenin Hurtado, César Rodríguez y el propio presidente Correa: todos podrían poner a una obra suya el título “Pecados de mi padre”). La figura paterna en nuestras sociedades surgidas de una situación colonial es un tema complejo.
Una amiga siempre endosa mi supuesto “indigenismo” a una especie de culpa que sentimos los blanco mestizos al cargar con la memoria de lo que nuestros “antepasados” les hicieron a los aborígenes durante siglos. Hasta donde me alcanza el entendimiento, los mestizos ecuatorianos no venimos solamente de nuestros antepasados españoles, sino también del lado de los (y en su gran mayoría las) indígenas que tuvieron hijos con esos peninsulares.
Un día escuché el diálogo entre un filósofo post moderno y unos raperos norteamericanos, y me sorprendió lo que ellos dijeron acerca del vocabulario que utilizan mucho: cuántos mother fucker, cuántos bastard. Recordaban que una buena parte de los mulatos americanos del presente son producto de las violaciones (éstas se disfrazaban en nuestras latitudes en los “derechos de pernada” de las haciendas andinas) de mujeres negras por hombres blancos. Ahí, el hombre blanco no es la figura de un padre cercano, de un papá, sino el tipo que inseminó a la madre y se fue.
Yo no siento concientemente culpa alguna: lo que hayan hecho lejanos e inciertos antepasados de algunos de nosotros no tiene porqué ponernos en la posición de quien debe escarmentar los pecados de otro. Pero digo concientemente, porque el interior retorcido de nuestras mentes está hecho de una materia que no conocemos muy bien. Por eso muchos de nuestros juicios en realidad son prejuicios, y expresan posiciones que no necesariamente hemos construido en la conciencia ni asumimos como nuestras.
Acaba de pasar el día de la madre, pero en estos días me he puesto a pensar en el padre. Por la inauguración de los EDOC, por los indios en el Arbolito, porque el asesinato de Jaime Hurtado y la muerte de Jaime Roldós siguen inexplicados, porque el mío decidió irse hace cinco meses y porque en doce semanas voy a ser nuevamente papá. Casi todos tenemos cosas que reprochar al padre, y es mejor hacerlo mientras aun está aquí, de otro modo uno se queda sin saber a quién dirige sus palabras y sus silencios.
Como ya dije: solo te puedo abrazar. Desde la sobriedad de tu dolor y tu esperanza, es un artículo muy bello.
ResponderEliminarviva el exilio del Telégrafo que ha suscitado textos tan buenos.
ResponderEliminarHay un principio claro en nuestra cultura judeo cristiana; la del PADRE todo poderoso (Dios) que marca la idea de moral, justicia y ha dejado como herencia brutal el peor de los malestares humanos... la culpa ... la noción perpetua de los errores no cometidos pero que de todas maneras condena, esa memoria del infierno que cuarta la rebeldía y la posibilidad de vivir sin miedo a la perdida del paraíso
ResponderEliminarCreo que esa es la primera marca que deja la idea de PADRE.
Es un artículo casi literario, o digámosle literario no más. La abstracción, ese gozo de leer entrelíneas y descubrir a cada oración destellos y precipicios.
ResponderEliminarSin necesidad de conocer a los mentados, sin siquiera tener referencias del autor, conmueve, contiene, convoca.
http://www.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Fwww.youtube.com%2Fwatch%3Fv%3DHcyV-SgZnGQ&h=d467d
ResponderEliminarCálice, Milton Nascimento y Chico Buarque
Padre!Aparta de mi ese Cáliz
De vino tinto de sangre
Como beber
De esa bebida amarga
Aguantar el dolor
Soportar la servidumbre
Aún la boca callada
Apaga el pecho
La ciudad en silencio
No se escucha
De que me vale
Ser hijo de una santa
Mejor sería
Ser hijo de otra
Otra realidad
Menos muerta
Tanta mentira
Tanta fuerza bruta...
Es tan difícil
Despertar callado
Si en el silencio de la noche
Yo me daño
Quiero lanzar
Un grito deshumano
Es la manera
De ser escuchado
Todo este silencio
Me aturde
Aturdido
Permanezco atento
De tan gorda
La puerca ya no anda
(Cállese!)
De tan usada
La daga ya no corta
Es tan difícil
Padre, abrir la puerta
(Cállese!)
Esta palabra
Presa en la garganta
Este trago
Homérico en el mundo
De que sirve
Tener buena voluntad
Si aún callado el pecho
Apaga el pensamiento
De los borrachos
Del centro de la ciudad…
Talvez el mundo
No sea pequeño
(Cállese!)
Ni sea la vida
Un hecho consumado
(Cállese!)
Quiero inventar
Mi propio pecado
(Cállese!)
Quiero morir
De mi propio veneno
(Padre! Cállese!)
Quiero perder de una vez
Tu cabeza
(Cállese!)
Mi cabeza
Hacerte perder el juicio
(Cállese!)
Quiero oler el humo
Del óleo diesel
(Cállese!)
Emborracharme
Hasta que alguien me olvide
(Cállese!)